jueves, 9 de febrero de 2012

"MIRAOS VUESTRA CARNE Y LA VERÉIS ERIZADA"


En Sueño Profético vi a dos hombres, era en el campo; uno venía a pie y el otro iba montado en un burro. Dijo el que iba en el burro:

–¿Ya vienes de oír al hijo del carpintero?

Contestó:

–Si.

–¿Y es tal como ayer nos contaron?

–No. El que nos habló, nos habló como el que oía a un hombre inteligente y sabio. Pero yo te digo, que yo Lo he oído y no hay duda es Dios. Terminó el sermón con estas Palabras: “Para que veáis las Palabras son de mi Padre dichas en Mí, miraos vuestra carne y la veréis erizada”. Fue un acto de grande emoción cuando todos nos mirábamos y brazos y cara fueron a obedecer a la misma Voz. Hubo más que inclinaron las rodillas, que quedaron de pie. Dijo uno con buen vozarrón: “Perdónanos, que éramos incrédulos cuando nos hablaban de Ti y de tu predicación. Ya no dejaré de seguirte y no volveré más a ofenderte”. Le atendió el Maestro –yo ya siempre digo Maestro– sus Palabras y esta contestación dio para todos: “Si el Perdón que uno ha pedido, todos lo deseáis, queda para mi Padre todo perdonado, por ser pedido por Mí”. No se oyeron palabras y sí llantos. Cuando terminó el Sermón, quedó un silencio como si en el campo no hubiera nadie.

Desperté, oí:

Cuando todo ya contó, tenía el amigo la carne erizada y las lágrimas en los ojos.

Éste le habló con tanta fuerza, que sintió la Voz y el Amor hacia Dios.

Ya éste buscaba al Maestro sin oír a los fariseos, que tanto mal Le hacían a este Maestro.

Que más se Le veía “el Dios” cuando no los dejaba muertos, lo mismo que era el Dios de resucitar a los muertos.

Más tardaba en decir “levántate del Sueño Eterno”, que levantar el Brazo y apartarlos.

Dios es Dios sin comparaciones, y cuando tú Lo buscas, Él ya te esperaba. Tú ibas a por el Perdón, y Él te perdona y te ama.

Éste es el Dios del Amor, del Perdón y la Esperanza.


***

Libro 10 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados En Gloria - Tomo I - Pag. 23-24

2 comentarios:

  1. El Dios del Amor, del Perdón y de la Esperanza nos enseña a amar, a perdonar y a tener fe.Nuestro proceder debe ser digno de hijos de Dios.

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  2. Cuando se siente repeluzno, cuando se hable de Dios es justificación que Él está presente entre nosotros y nos lo hace sentir.

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