En Sueño Profético hablaban de ver con los ojos del espíritu o con los ojos de la carne. Decían:
Lo que ves con los ojos del espíritu, siempre tendrá el mismo color. Lo que ves con los ojos de la carne, puede que cambie el color o que ese color no fuera.
Dijo uno:
Yo conocí y viví cerca de uno que me contó que estuvo ciego de espíritu hasta los 35 años, pero los ojos de su mujer le quitaron la ceguera. Éste me contaba que en Dios no creía y que su mujer no hacía nada sin nombrar a Dios, y en todos sus actos decía:”Señor, que sea lo mejor para tu Gloria, que yo te puedo pedir lo que veo, pero puede que no sea lo mejor para mi espíritu. Señor, que yo vea lo que Tú quieras que vea; haz que mi marido vea tu Luz”.
Decía, que un día, cuando entró en el granero, vio en un rincón un montón de trigo, y que cada grano tenía una luz tan grande como la que da una cerilla. Fue ver aquel movimiento de luz viva subiendo y bajando, como luz que da materia, y ponerse de rodillas a la vez que oyó: “Esta Visión la ves con los ojos del espíritu; llama al que buena vista tenga, y si no ve la luz, es porque tiene enfermos los ojos del espíritu, y por sanos que tenga los de la carne, no distinguirá los matices de esta Gloria”. Cuando pudo ponerse de pie, dice que salió, y metió en el granero a tantos como cabían. Había quien al entrar veía grupos de luces y señalaba el sitio; en cambio, otros decían: “¡Yo no veo nada! ¡Esto es negocio que quiere hacer del granero!”.
Desperté, oí:
Allí vio la Luz Divina
el que su espíritu tenía Visión.
Entraron, y de varias formas
decían: “Yo creo en Dios”.
Pero el que más creía
fue el que más Luz veía.
Pues los ojos de la cara
muchas veces ven sin nada.
Sin nada de lo que ves,
que no puedes comprender.
En cambio, Dios se hace ver
por el que en Él no ha creído,
pero están en ruego por él.
Esta mujer sufría mucho
cuando de Dios discutían.
Él veía nada más:
ahora es noche, ahora es día.
Ahora escampa, ahora llueve.
Tengo sueño, tengo hambre,
¿quién ve a Dios?,
¿para qué se quiere?
Él vio luz como cerillas
en cada grano de trigo.
Luego pudo comprobar,
porque quedaron paredes
y puertas todas “ahumás”.
El granero se quedó
sólo para hablar de Dios.
En ermita convirtieron
lo que siempre fue granero.
Casi siempre alguien veía
del grano luz de cerilla.
***
Libro 6 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo I - C5
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