En Sueño Profético decían:
Cuando el Mando es de Dios, este Mando lleva Amor.
Cuando el Mando es de Dios, el que cree en el Elegido ve a Dios. Lo ve en lo que pide y en lo que da. Lo que pide, lo pide sabiendo que Dios lo da. Y lo que da, lo da con alegría. A Dios se lo pide y anula los impedimentos que el tiempo le pone.
Dijo un espíritu con Mando de Dios:
Si el que tiene trato con el Elegido, este trato fuera vendido, nadie podría comprarlo, porque ya no sería valor de espíritu por Dios tasado. Dios, cuando elige es para que sus Palabras las oigan en el Lugar en el que su consejo y acción van diciendo: “Esto quiere Dios: Sed humildes como corderos, y haced que el malo no sea tan malo. Si el bueno se dedicara a curar al malo como el médico al enfermo, se quitaba esta epidemia, que se contagian unos a sabiendas, y otros por falta de enseñanza”.
Desperté, oí:
Cierto que si el bueno ejerciera lo bueno, como hace el Elegido, habría menos malos y más Elegidos.
Son consejos para ponerlos cada uno en su sitio.
Primero, la carne que Dios une. Y después lo que dio esa carne, que son los hijos.
Los padres, si son de Dios, se unen a este cariño, y ya, para Dios, son todos sus hijos.
Esta Enseñanza debería de ser obligatoria, como el habla.
Y el que la aprende ya no calla.
Y va repartiendo alegrías por la noche y por la mañana.
Coge los estudios del espíritu y después los que el hombre pone en los libros para sacar el título.
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Es una lección sencilla que da paz a quien la practica: amar al prójimo en la familia, y extender ese amor fuera de ella.
ResponderEliminar“Esto quiere Dios: Sed humildes como corderos, y haced que el malo no sea tan malo."
ResponderEliminarSi se meditara esta frase, haríamos examen de conciencia y veríamos cuánto nos estamos dejando en el camino.
Ana enseñaba sobre todo a tirar de los más débiles, tenía un amor y paciencia hacia el prójimo incalculable, su mayor alegría era acudir a los más necesitados.
ResponderEliminarEra increible la enseñanza que diariamente recibiamos de Ana, su amor incansable hacia el prójimo te emborrachaba y hacía que fueramos haciendo su mando con una alegría inmensa
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