En Sueño Profético decían:
La paciencia viene del Amor de Dios, y la
violencia de los que no aman a Dios. La falta de paciencia hace muchas veces
perder la Gloria y los bienes materiales de la Tierra. La paciencia hace que
descanse la Paz.
Dijo uno:
Yo presencié una escena al Maestro con
una mujer que le pegaba a un niño que iba montado en un burro, porque quería ir
andando. Esta mujer iba delante por el mismo camino que iba el Maestro, sus
Discípulos y unos cuantos que, cuando podíamos, nos agregábamos para seguir al
Maestro y aprender de su Enseñanza. Pues el Maestro se paró y empezó a
hablarle. Cuando oyeron todos, que Él antes ya había oído por ser Dios: “¡Dios
del Cielo, cuándo te lo vas a llevar como a su padre, que yo viva tranquila”!
Fue ponerlo en el suelo y decir el
Maestro:
“Tienes metido en tu cuerpo a Satanás, y
los ruegos de tu marido han hecho que tu hijo quiera ir en el burro un momento
y otro momento más chico andando. Que esto es lo que ha hecho que Yo te alcance
y te saque a Satanás de tu cuerpo, para que tus hijos no sean por espíritus
diabólicos guiados ni azotados. Sube al niño en el burro y ya no te pedirá más
que lo bajes, porque ya lleva mi Poder para que en tu casa reine la Paz y todos
te vean a ti transformada, hasta que tus hijos dejen de ser niños. Luego, ya
quedarás otra vez con Libertad, y ya serás tú la que elijas”.
Desperté, oí:
¡Qué Enseñanza más valiosa
y qué silencio en el camino quedó!
Esta mujer, la paciencia en ella
hacía dolor y pronto la echaba fuera.
El marido murió Santo
y los chiquillos empiezan,
desde entonces, el calvario.
Aquella mañana pasó
lo que nunca había pasado.
Cinco minutos en burro,
cinco minutos andando.
Tenía que llegar al venero
y llenar los cuatro cántaros.
Y el chiquillo siente en él
que el Maestro va tirando,
y en el bajar y el subir
el Maestro va llegando.
Esta mujer no volvió
ni a la ira ni al enfado.
Todo lo hacía por Dios.
Y fue cundiendo por el pueblo
que su hijo la curó.
En la paciencia bien llevada
Dios te da contestación.
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Libro 64 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VIII - C1