En Sueño Profético vi una sala con muchas camas, y todas las camas
las ocupaban hombres enfermos.
Y dijo uno:
De este hospital, tienen ya sus
paredes unos pocos de lamentos oídos. Unos, de dolor de carne; y otros, dolores
que superaron a los de la carne. Éstos fueron cuando su salud buscó y vivió
pecado, cuando no pensaron en hospital, cuando vivían tan alejados que casi les
molestaba que les nombraras enfermos, que contaras casos de necesidad. Aquí, en
este hospital, ha habido curaciones; otros han muerto y no pudieron curar. Pero
estas paredes saben del dolor y la verdad del que quedó con dolor y nadie lo
recordaba por la vida que vivió. Otros llevaron sufrir, y lo llevaron por Dios,
y aquí quedaron inmóviles, esperando madrugada que les llevara la Grande
Llamada. Estos hombres, cuando enferman –digo hombres que no aman–, es cuando
caen en la cuenta de que están llenas estas camas, de que para enfermar,
primero hubo de haber carne sana, hubo de haber alegría, y nunca le aconsejaron
la salud y la alegría que existían hospitales, que estaban las camas llenas,
unas, ocupadas por años con el mismo enfermo en ellas. De este hospital, sus
paredes no eran poros, eran penas. En cada agujerito, un llanto había quedado,
un desengaño de Tierra, un “¡Dios mío!, si me curo, haré yo una vida nueva. Perdón
te pido Dios mío por no hacer la vida buena”.
Desperté, oí:
Se ha hablado de paredes
que la sostenían lamentos.
Y no se han nombrado ventanas,
que a veces lloran los hierros.
Cuando noches casi enteras
alguien pasea por las calles,
esperando abran la puerta.
Y mirando a la ventana,
la noche, ¡qué larga queda!
No quieres y ya lo esperas,
lo que no tiene remedio,
porque remedio ahí no llega.
Si el hombre tuviera un cuadro,
sin pintar, en su memoria,
de todo lo que se ha hablado,
nadie perdería la Gloria.
La salud, la juventud
y el adorno del dinero
son personajes que ahí van siempre
en contra de este Cielo.
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Libro 14 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo II - C6