En Sueño Profético vi un río, y a unos metros del río una
vereda. No se veía a nadie, y se oía esta explicación que ahora me dictan:
Yendo un día Jesús por esta vereda con
cuatro de sus Discípulos y muchos más que Lo seguían, había unos hombres
pescando que su discutir ahuyentaba a los peces y quitaba serenidad al agua.
Este discutir era por unos querer decir que era Dios y otros decir que dirían
que era Dios o mandado por Dios cuando hiciera Milagros y que ellos los vieran.
Todo lo supo el Maestro antes de llegar y antes que lo guardaran en su
pensamiento lo que ellos creyeron. El Maestro no lo había oído, por guardar
silencio al Verlo asomar por la vereda. Ya quedan parados los primeros que iban
a su lado, cuando dice el Maestro, dirigiéndose a los que no creían quién era:
“Si todos hacen lo que tú y tú (y fue señalando justo a los que no
hacían lo que Él mandaba por no creer en Él, que era Dios), Yo no hubiera
hecho Milagros, porque los Milagros son para callar a los incrédulos. Y si
todos los hombres fueran como vosotros, mi Padre no baja a la Tierra a hacerse
Hombre para enseñar de mi Reino, y que aprenda el que quiera salvarse”.
Y ya, cerca de uno, sin llegar a rozarle,
le dijo:
“Tú no quieres que Yo sea Dios del Cielo
para seguir haciendo la vida que haces. Y Yo voy diciendo quien soy para
perdonar al que se cree sin remedio para el perdón del hombre. Ya que mi Padre
ha hablado en Mí sin que Yo mande a mis Discípulos, os haréis dos bandos cuando
Yo siga la vereda. Porque ya, el que no crea, perjudica al que Me está
creyendo”.
No anduvo dos pasos este Dios, aunque se
oía Maestro, y más de la mitad tiraron la caña y se pusieron de los últimos los
primeros. Tan sólo dos se quedaron, por no querer al Maestro y seguir con el
pecado. Los que se fueron detrás nada llevaban en sus manos.
Desperté, oí:
No quisieron estos hombres ni las cañas
ni lo que componía el ir de pesca.
Quisieron irse sin nada de lo que habían
oído palabras en contra del Maestro.
Querían arrancarse la piel de saber que
habían rozado a los que no querían a Él.
Uno se limpió los ojos, sin querer que
esto vieran, y ya dijo con voz temblorosa:
“Al llegar quemo mi ropa. Tanto que
quería mi caña, la odio y no quiero verla.
Ya voy detrás del Maestro el tiempo que
me iba de pesca.
Y el que a Él no lo quiera, si yo llevo
su camino, yo cojo otra vereda”.
Busca a Dios, sigue sus Pasos y con
dejarte que Lo sigas ya estás viendo milagros.
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Libro 64 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VIII - C2