En Sueño Profético decían:
Si pones el Nombre de Dios en tu
boca, que sea siempre alabándolo, nunca pidiéndole cuentas.
Si pones el Nombre de Dios en tu
boca, que sea pidiéndole Mando para hacerle algún servicio por el que lo haya
negado pensando: “yo no Le sirvo”.
Si pones el Nombre de Dios en tu
boca, que sea arrepentido, y que en silencio o en palabras siempre tengas el “¡Dios
mío!, yo sin Ti no quiero nada”.
Dijo uno:
Si Dios no fuera Dios, a la boca
que Lo ofendiera, le retiraría las palabras y le dejaría la boca y la lengua
para que la comida administrara hasta que llegara el día que el espíritu al
cuerpo abandonara. Con este silencio en boca y lengua, ya iría dando Enseñanza.
Pero si Dios al hombre así le contestara,
ya le quitaría la Libertad. Y lo mismo que le quitaría el habla, ¿cuántas cosas
le tendría que quitar?
Desperté, oí:
Tendría que acabar el mundo,
y de los pocos que Lo siguen,
traerse a la Gloria su espíritu.
Pero antes de acabarlo,
que su Poder viera el hombre
en los cuerpos en la Tierra,
en los mares y en los montes.
El hombre, constantemente,
está ofendiendo a Dios.
Unos, diciendo que aman,
y sin llevar actuación
a estas falsas palabras.
Otros, no nombran su Nombre
y apartan su Enseñanza.
Si al que ama le saliera
una señal en la cara,
se quedaría al descubierto
si amaba o no amaba.
Que esta señal la tapa
el cuerpo cuando no ama.
Pero Dios la está viendo.
Que el Nombre de Dios te oigan
con alegría y contento.
Siempre dando gracias y pidiendo.
***
Libro 21 - Te Habla El Profeta - Tomo III - C6