En Sueño Profético hablaban de querer a Dios por si hay Dios, o de querer a Dios por sentirlo.
Dijo uno:
Hay más que a Dios dicen que quieren, por la inseguridad que tienen de la Existencia de Dios, que por Amor y a sabiendas de que Dios espera a los suyos.
Hay más que no quisieran oír hablar de Dios, que quieran oír su Palabra.
Hay quien cuando la carne está muerta, ya no quiere a Dios; la mayoría Lo ofenden; la mayoría enseñan a que a Dios no se acerquen, con sus actuaciones y sus palabras.
Estas escenas se han dado en personas que han creído eran cristianas y que amaban a Dios.
Otra mujer dijo:
El Amor a Dios te hace que veas las cosas como mandadas por Dios, y ya todas las ves como no las ve el que a Dios no ama.
Si la vida de espíritu todos la practicaran, todos sabrían aconsejar cuando el sufrimiento llegara a la materia, o a espíritu y materia.
La mayoría de los cristianos no practican la paciencia, que es Enseñanza de Dios.
Yo practiqué la paciencia y a muchas mujeres enseñé, y Dios me mandaba el Premio que todos pudieron ver. La paciencia era por mi marido, hasta que le hice volver a mi casa con mis hijos.
Desperté, oí:
Voy a decir la paciencia que esta gran Santa tenía:
El marido, a Dios no amaba, y las noches las perdía jugándose el jornal, y los hijos sin comida.
Ella, con rezos y llantos, decía su letanía:
“Señor, di qué sacrificio hago para quitar a mi marido de que no haga pecados”.
Le había jugado las tierras y una finca que tenía, pero todo su llorar era porque su marido se pudiera condenar.
Ya aquí, el Premio digo: “Su paciencia y sus rezos, dejó el juego en olvido”.
Y los tres hijos mayores trabajaban en terrenos que tenían arrendados, y por un grano de siembra, montones iban segando.
La arboleda producía en unos terrenos malos, que por un ochavo de arriendo, de fruta llenaban carros.
Compraron fincas mejores, y el padre iba con ellos, pero ninguno notaba lo que el padre había hecho.
El Amor de Dios mediaba, porque ella estaba en medio.
Todo el pueblo ya cundió que Dios le mandó el Premio.
***
La paciencia es confianza, aceptación y esperanza en Dios.
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