En Sueño Profético hablaban de la caridad. Decían:
Tener caridad es amar a Dios. Si quieres saber si Dios tiene intimidad espiritual con una persona, sigue su vida; y si practica la caridad, acepta sus palabras.
Yo viví oyendo a dos
que decían que Dios les hablaba.
Uno era una mujer,
y más bien acomodada;
y el otro, hombre era.
Este último que nombro
vivía solo y sin compaña;
era bracero de un horno,
y siempre pan amasaba;
cuando cumplía su trabajo,
echaba otra jornada,
y aparte tenía el dinero,
y a los pobres lo llevaba.
Yo le preguntaba a veces,
porque con él me paraba:
“¿Por quién haces esto, Andrés?
¿Y el día que no ganes nada?”.
Esta era la respuesta:
Dios quiere que así lo haga.
Él me da la salud,
y también techo y cama.
Vienen los carros “cargaos”,
y yo los descargo y me pagan.
¿Quién es el que mueve esto,
si no es el mismo que por las mañanas,
en el ventano de mi vivienda,
su resplandor me levanta?
Ya me pongo de rodillas,
y cuando acabo de orar,
se me acaba el resplandor
y viene la oscuridad.
Tú lo ves aquí claro,
que me va Dios a visitar;
Ya me entra un desosiego
de querer más trabajar,
y repartir al enfermo
lo que yo gano de más.
Hay mañanas que Lo siento
en mi oído respirar.
Esto lo cuento en el horno
y me harto de llorar
de ver que no me lo creen,
que Dios me va a visitar.
Yo tengo cerca de treinta,
y aún no he podido olvidar
lo que me decía mi madre.
Nueve años yo tenía cuando murió,
y quedé al amparo
de los que a Dios amaban.
Estas eran sus repetidas palabras:
“Hijo, ten Amor y caridad,
y Dios no te faltará”.
A la que estaba acomodada y decía que Dios le hablaba, la vi un día de frío,
que despreciaba a un pobre y lo insultaba a su vez; porque le pidió una limosna, se oyeron estas palabras frías: “¡Bebedor, andrajoso, aséate antes de acercarte a pedir!”.
Desperté, oí:
¿Qué duda podía haber
de que al que amasaba el pan
Dios lo fuera a visitar?
¡Si él no había olvidado
buscar al necesitado!
¡Y descargaba los carros
después de hacer su faena,
para aumentar el jornal
que después él llevaría
con Amor y caridad!
Aquí, fijo que Dios habló.
Pero, ¿cómo iba a hablar
en la que no dio limosna
y trató sin caridad?
Al que diga Dios me habla,
calla y vete a buscar,
si trabaja, si reparte,
y si tiene caridad.
Si esto en él no encuentras,
Dios no lo va a visitar.
***
La tarjeta de presentación de Ana fue la caridad. POR SUS HECHOS LOS CONOCEREIS.
ResponderEliminarAna vivió para el prójimo toda su vida, y no unas horas al día, ella estaba siempre al servicio del que la pudiera necesitar, no había horas de descanso ni horas de comida, todo esto pasaba a segundo plano.Y lo más importante, con esa dulzura que te transmitía que hacía que te acordaras de Dios y Le dieras las gracias por que hubiera seres en este mundo tan Divinos.
ResponderEliminarLos que la conocimos podemos dar fe de ello.