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viernes, 22 de agosto de 2025

El Santazo del pueblo

En Sueño Profético decían:

Ya tiene premio de Dios el que acepta lo que Dios dispone.

Si todo lo que va de Dios se aceptara convencido de que Dios lo quiere, se sentiría el consuelo de Él.

El hombre, mayoría de veces, quiere superar el Mando de Dios, y aquí le viene el fracaso.

A los Santos les llaman Santos, no porque tengan diferencia de otros hombres, los Santos es que viven la aceptación de esta Gloria: ya viven sin Libertad aún teniendo materia; por su Amor a Dios han aceptado todo lo que Dios ha mandado, sin replica y sin pedir cuentas a Dios; y lo que Dios ha permitido lo han aceptado sin violencia, y han pensado en el sufrimiento de Dios, y se han unido a su sufrimiento; han puesto todo en Manos de Dios y han enseñado este Evangelio. Esto es el vivir de los Santos que viven ya Santos ahí.

Dijo uno:

Esto que aquí refiero con el Mando de Dios, fue contado por mi padre, al que conocían como “El Santazo del pueblo”:

Decía que vio condenarse a uno por querer ir en contra del Poder de Dios; y que a otro, por aceptar la Voluntad de Dios, lo vio con grande fortuna. Eran dos que tenían unos terrenos sembrados, y que estaban preparándose para la siega cuando empezó un fuerte chaparrón en el que caía piedra. Este que se condenó ofendía a Dios a gritos. Y el que tenía la misma cosecha y en el mismo sitio dijo:

   –No siento la pérdida del trigo, siento el Sudor de Sangre de Dios Hijo, que con tus ofensas caerán sus gotas –y se tapó sus ojos para no verlo.         

Dicen que, cuando pasó la nube, fueron dos cuadrillas de hombres a ver dónde estaba el trigo para segarlo, y que fue tal la impresión, que allí manaban las conversiones. Las espigas del que aceptó la nube de piedra estaban derechas y secas; y las de la linde –las del amigo–, tumbadas, vacías las espigas y el terreno lleno de piedras, que jamás serviría para más siembra.

Desperté, oí:

No vio sólo este milagro
el que amaba a Dios del Cielo.

Fue todavía mayor:
en un poco de terreno
la Mano de Dios se vio.

Tenía una sementera
sin haber nadie sembrado.

¡Ni era el tiempo siquiera!

Lo hicieron los labradores
que labran desde la Gloria.

Lo hicieron sin el arado,
mientras la nube caía,
cambiando el trigo a otro lado.

Con dos hombres sólo basta
para que cojas ejemplo
de aceptar lo que Dios manda.

***

Libro 6 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo I - C5 

jueves, 17 de julio de 2025

No es trabajo, cuando amas

En Sueño Profético hablaban del Amor a Dios. Decían:

Este Amor te hace 
que lo trabajoso sea descanso. 

Este Amor te quita peso 
del camino tan pesado. 

Este Amor para sentirlo 
tienes que Amor desearlo.

Dijo uno:

Yo vi un día a unas zagalas cogiendo flores en el campo y haciendo manojos grandes. Les pregunté:

   –¿Qué hacéis con tanto volver a agacharse? ¿No os duele la cintura? Y luego las flores son de poco durar para trabajo tan grande.

Este fue el contestar:

   –Son para la Virgen. Y cada vez que corto una, la veo sonreír. Y cómo me gusta verla, por eso tantas veces me agacho y no me canso. ¿Cree que esto es trabajo?

A lo largo de mi camino –porque para llegar al sitio que yo iba tenía que andar un camino largo–, al pasar por una finca que le decían “El Chaparro”, había un Cristo hecho, que dicen que fue un ofrecimiento de uno que bañándose estuvo cerca de matarse con una gran piedra que había en la orilla del río. Este hombre –contaba la leyenda–, no sabía trabajar nada que fuera de esta profesión. Él siempre fue aceitunero –que esto sí se le daba bastante bien–. Pues en aquel Divino Crucifijo –hecho por él– veías a Dios Vivo. Había unas mujeres que venían caminando del pueblo más inmediato para rezar al Cristo de cerca, con sus brazos puestos en cruz. Estaban contentas y esto lo hacían con mucha frecuencia. Yo me paré y me avergoncé. Sus caras estaban contentas y llenas de Luz. También les pregunté:

   –¿Y vienen de tan lejos como el manijero me ha dicho?

   –¡Ay!, eso no es lejos para lo que nos llevamos de aquí. Yo, hay veces que llamo a mi marido porque se aparece este Cristo en la pared de mi cocina cuando estoy encendiendo la lumbre, y muchas mañanas lo ve; otras, no. ¿A que ya no es lejos el venir?

Al día siguiente vi a un hombre enfermo en una casa, que más era vivienda de cerdos que de personas humanas. Oí lamentos, me paré, y había un hombre de buena posición lavando a este hombre, que de no ser por Dios, repugnancia daba. Quedé un poco parado queriendo ayudar, pero sin saber el manejo que este hombre, con tanto Amor, le daba.

   –¡Pase! –me dijo– Hace unos días pasé en el caballo y a sus fuertes gritos me paré; le auxilié en lo que quiso y me fui a contarlo a mi casa; desde ese día no se encuentra solo: viene un hermano mío o el cuadrero. He querido llevarlo al hospital, pero me ha llorado tanto que quiere morir donde sus padres… Le he traído médico, y dice que el remedio no está en el hospital; es caso sin solución, y su mejor medicamento es Amor del hombre que nada pide porque nada necesita, y yo me he encargado de ello.

Desperté, oí:

Con Amor a Dios, nada tendrá trabajo.

Con Amor a Dios, descanso te dará el quitar sufrir a otro.

No es trabajo, cuando amas, ni sufrir, cuando Dios llama.

Pues si sufres a Dios sirviendo, a Dios no Lo estás sintiendo.

En este hombre vi, que el Amor le podía al trabajo, por estar presente Dios.

***

Libro 6 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo I - C4 

sábado, 12 de julio de 2025

El pescador

En Sueño Profético hablaban de las mil formas que tiene el espíritu de Dios para comunicarse al hombre, y de lo poco que el hombre conocía estas Comunicaciones de Dios.

Apareció el mar y dijo uno:

De esta abundancia de agua salió la Voz de Dios hablando a un amigo mío que pescando estaba. Este amigo era familia para mis padres, ya que era de mis años y padre no tenía. Vivía con los abuelos por parte del padre, y éstos vivían de la pesca. Un día llegó a mi casa contento, llorando e impresionado porque vio a Dios Hijo, y cuando desapareció le hablaba su padre. A Dios, dice que lo vio en el mar, que venía hacia él como si anduviera por un camino, y la voz del padre se oía como si saliera de su mismo cuerpo. Ya nos dijo, que cuando se ponía delante del mar, se santiguaba y hacía una reverencia, ya que para él, aquella abundancia de agua era Dios. Al llegar al agua, reverenciaba y pedía el jornal preciso para su casa; y cuando hacía la pesca, siempre había más ganancia que en su casa necesitaban, y con estas palabras se despedía: “Gracias obediencia de Dios, que Dios manda que me des el sustento. Si Dios no manda, tú, mar, estarías parado y estarías muerto. Gracias a Dios por todo el que me ayude,  que esté rogando en su Reino”. Cuando oyó al padre, dice que tenía el mismo eco que cuando vivía con él. Justas dice que oyó estas palabras varias veces repetidas: “Siempre tendrás esta estampa aunque ya no la vuelvas a ver. Tú sigue siempre orando por lo que no es del hombre, y allí verás a Dios”.

Desperté, oí:

Esta aparición del mar,
bien pocos se la creyeron.

Si el mar es Mando de Dios,
¿por qué no ver a Dios de Hombre?

¡Si en esta familia  eran santos
las mujeres y los hombres!

14 años tenía cuando 
se quedó sin padre,
pero no tenía ni dos
cuando le falto la madre.

Nunca hubo maldición, 
ni mal mirar a este Cielo.

Él se quedó con su hijo,
sus padres y su recuerdo,
de aquella santa mujer
que rogaba desde el Cielo.

Para que nunca pecaran
los que a ella conocieron.

***

Libro 6 - Dios Manda En Su Gloria que Enseñen - Tomo I - C5 

sábado, 14 de junio de 2025

El granero

En Sueño Profético hablaban de ver con los ojos del espíritu o con los ojos de la carne. Decían:

Lo que ves con los ojos del espíritu, siempre tendrá el mismo color. Lo que ves con los ojos de la carne, puede que cambie el color o que ese color no fuera.

Dijo uno:

Yo conocí y viví cerca de uno que me contó que estuvo ciego de espíritu hasta los 35 años, pero los ojos de su mujer le quitaron la ceguera. Éste me contaba que en Dios no creía y que su mujer no hacía nada sin nombrar a Dios, y en todos sus actos decía:”Señor, que sea lo mejor para tu Gloria, que yo te puedo pedir lo que veo, pero puede que no sea lo mejor para mi espíritu. Señor, que yo vea lo que Tú quieras que vea; haz que mi marido vea tu Luz”. 

Decía, que un día, cuando entró en el granero, vio en un rincón un montón de trigo, y que cada grano tenía una luz tan grande como la que da una cerilla. Fue ver aquel movimiento de luz viva subiendo y bajando, como luz que da materia, y ponerse de rodillas a la vez que oyó: “Esta Visión la ves con los ojos del espíritu; llama al que buena vista tenga, y si no ve la luz, es porque tiene enfermos los ojos del espíritu, y por sanos que tenga los de la carne, no distinguirá los matices de esta Gloria”. Cuando pudo ponerse de pie, dice que salió, y metió en el granero a tantos como cabían. Había quien al entrar veía grupos de luces y señalaba el sitio; en cambio, otros decían: “¡Yo no veo nada! ¡Esto es negocio que quiere hacer del granero!”. 

Desperté, oí:

Allí vio la Luz Divina
el que su espíritu tenía Visión.

Entraron, y de varias formas
decían: “Yo creo en Dios”.

Pero el que más creía
fue el que más Luz veía.

Pues los ojos de la cara
muchas veces ven sin nada.

Sin nada de lo que ves,
que no puedes comprender.

En cambio, Dios se hace ver
por el que en Él no ha creído,
pero están en ruego por él.                     

Esta mujer sufría mucho
cuando de Dios discutían.

Él veía nada más:
ahora es noche, ahora es día.

Ahora escampa, ahora llueve.

Tengo sueño, tengo hambre,
¿quién ve a Dios?,
¿para qué se quiere?

Él vio luz como cerillas
en cada grano de trigo.

Luego pudo comprobar,
porque quedaron paredes
y puertas todas “ahumás”.

El granero se quedó
sólo para hablar de Dios.

En ermita convirtieron
lo que siempre fue granero.

Casi siempre alguien veía
del grano luz de cerilla.

***

Libro 6 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo I - C5 

lunes, 2 de junio de 2025

Dios hace las cosas

En Sueño Profético decían:

Dios hace las cosas a manera de Dios.
Dios hace las cosas que tú no ves.
Dios hace las cosas que tú estás viendo sin poderlas comprender.
Dios no hace nada mal hecho.
Dios todo lo hace bien.
Dios no puede tener un fallo, porque todo viene de Él.
Dios hay veces que confunde a aquél de mucho saber. En cambio, no se confunde aquel que pregunta de dónde viene, y si le dicen de Dios, un amén dará en respuesta del mucho Amor, que este Amor ya le dio la Confianza de Dios.

Dice uno:

Yo voy a contar un caso que a mi mismo me pasó estando yo con mi rebaño:

Me faltó un cordero un día y una noche; lo estuve buscando sin poderlo encontrar. Al día siguiente, me llevó el cordero un hombre muy sordo que pedía limosna y así vivía. Pues a pesar de la sordera tan tremenda que tenía, estaba enfermo para trabajar. Dice, que al pasar por el río, algo le hizo volver la cara, y que vio al borrego balando, y ya con poca vida. Miró al Cielo pidiendo remedio y pronto lo tuvo. Bajó de sus espaldas el macuto, que bien dicho era su vivienda, y a una cuerda que tenía le amarró una piedra; la echó al río con tan buena suerte, que enganchó las patas de la cordera; tiró y la sacó, secándola con su manta.

Desperté, oí:

Cuando el pastor quedó enterado de dónde estaba, trabajo le costó creerlo.

Una vez que por allí habían pasado varios con buen oído.

Este hombre estaba queriendo hacer un bien por el pastor, ya que muchos días el pastor partía su comida esperando al pordiosero.

Dios deja pasar al que oye, sin oír la balada, y hace que el sordo sienta la angustia del cordero.

¿Quién puede comprender esto, ni juzgarlo a favor del sordo?

Sin duda que Dios lo hizo porque los anteriores se llevarían el cordero y el sordo se lo entregaría a su dueño.

Es difícil comprender, 
si no nos explican esto.

¿Cómo se comprendería, 
pasar por allí hombres sanos, 
queriendo robar corderos 
y viviendo uno sin amo?

¿Cómo se comprendería, 
si no es Dios el que está mediando?

Las cosas de Dios se entienden 
poniendo todo en sus manos.

El sordo oye balada, 
por tener espíritu sano.

El pastor lloró al cordero, 
y Dios lo mandó al rebaño.

***

Libro 6 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo I - C4 

martes, 13 de mayo de 2025

El alfarero

En Sueño Profético hablaban del que mucho habla de Dios y no Lo ama.

Decían:

Entonces es cuando tú ves que no Lo ama, ya te fijas en su actuación, que no es la que Dios manda. El que ama a Dios, más se sabe por la gente que por el mismo que ama.


Yo conocí a un alfarero que estaba ganando un jornal, y trabajaba más horas para ir luego a entregar al pobre que no tenía dinero para comprar el pan. Esto lo venía haciendo años y años atrás, porque decía: “Yo no puedo acostarme sin llevar algo a los hijos de los enfermos que se acuestan sin cenar, porque el padre sufre menos comiendo los hijos ya”.

Pues este mismo entró un día a un mesón a llevar unos cacharros que el dueño lo mandó entregar. Había allí uno que de Dios hablaba y tenía a unos cuantos oyéndole su romance. Estos que lo oían, continuaban fríos. Cuando vieron al alfarero, todos dijeron: “Éste es el que yo te refiero que ya tiempo lo veo por el camino del hambre (este era un terreno que vivían los que no tenían jornal ni vivienda y ellos se hacían su choza, le pusieron ese nombre porque aquel camino te llevaba a aquellas familias hambrientas) siempre iba con cestas llenas, y los chiquillos salían a su encuentro, y los gritos resonaban: “¡Ya viene el alfarero!”. Éste sin hablar con nadie, sabes lo que está haciendo; no hay quien repita el caso, si no está ya Aquí en el Cielo.

Desperté, oí:

Cuando a Dios ya Lo amas,
de ti la gente dirá
lo mismo que del alfarero,
aunque te quedes “callá”.

No creas que amar a Dios
es que de Dios te oigan hablar.

El Amor tú lo demuestras
yéndote a consolar
a aquel que con tus palabras
puede que viva con  Paz.

Y que tus oídos oigan:
¡Qué Dios te lo pague ya!,
que es el único que paga
aquí y en la Eternidad.

¡Qué alegría si todos hicieran
lo mismo que el alfarero
antes de que se durmieran!
 
Ya después habla de Dios,
que Dios quiere que se sepa.

***

Libro 6 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo I - C4

martes, 11 de marzo de 2025

El dinero no sirve en el Camino de Dios

En Sueño Profético decían:

Cuando la carne enferma,
todos llaman a Dios.
Hay más de la mitad
que no se acordaron
hasta que enfermaron,
y ya, aquí, a Dios no dejaron.

La enfermedad es para todos.
La enfermedad es también
para el que no la quiera,
y tampoco puedes elegir la que quieras.

Sin muerte ni enfermedad,
Aquí no puedes llegar.

Si enfermedad no tenías,
mejor que no supieras
si tu hora llegaría.
¿Pa´ qué saberla querías?

Conocí a un poderoso
que buenos lamentos daba.
Pues había pasado su vida
en gritos y en amenazas.
Ya lo conocía el pueblo.
Cuando a alguien le mandaba,
le enseñaba las monedas
y con esto avasallaba
al que no tenía comida
ni rincón, ¡pero ni cama!
Quería comprar la ley,
y había veces que la compraba.
Pues llegó la enfermedad
cuando menos la esperaba.
Ésta le duró bastante,
y la muerte no llegaba.
No encontraba quien le diera
ni un momento de compaña.
Quería dar las monedas,
y nadie se las aceptaba;
quería comprar la ley,
las leyes que Dios no manda;
quería pagar a otro,
para que al prójimo amara;
quería comprar la Gloria,
por si la Gloria se encontraba.
Esto lo conocí yo,
y esto horrorizaba,
el ver el poco valor
que al dinero se encontraba.

Desperté, oí:

El creía que su dinero
le abriría puertas en el Cielo.

Como dinero tenía,
dinero en cantidad,
creía que pagando tendría
compaña día, noche y “madrugá”.

Las Leyes de Dios no se venden,
porque no hay vendedor,
porque nadie le pondría precio
a este Grande Inmenso Dios.   

Él te recoge tu pago,
si tú pagas con Amor.

Porque el dinero no sirve
en el Camino de Dios.

Déjate un poco tu ira,
y piensa en la enfermedad,
en la muerte, en el que sufre,
y que algún día dirán:
¡Ya se ha muerto el poderoso,
y se dejó su caudal!

Vive pensando en la muerte,
que esa vida vives ya,
y si amas, nunca mueres,
porque vives Eternidad.

***

Libro 6 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo I - C6

jueves, 13 de febrero de 2025

Donde dos hablen de Mí, Yo estaré con ellos

En Sueño Profético decían:

Si el Amor tuviera peso, a pocos se les vería cansados.

Dijo no:

Yo oí esta frase un día a dos mujeres que del Amor a Dios hablaban:

Si el Amor tuviera peso, a pocos se les vería cansados. Yo no sé cómo pueden vivir con tanto amor a todo lo que junto no es nada, y sin Amor a lo que viene de Él. Mis oraciones, muchas veces son pidiendo Amor, y hay veces que siento a ese Dios que no siente el que no ama.

Ya contestó la que oía, que antes estaba callada:

Pues yo hay veces que siento

como si alguien me hablara

y me empujara por dentro

para que fuera diciendo

este Amor que no te cansa.

Me da pena de dormirme,

por quedarme ya callada.

Me da pena de cundir

lo poco que a Dios Lo aman.

Y ya terminaron las dos en llanto.

 

Desperté, oí:

 

¡Que frase para ponerla

donde los hombres la vieran!:

“Si el Amor a Dios tuviera peso,

a pocos se les vería cansados”.

¡Que Amor tienen estas mujeres,

que una sufre por dormirse

y de Dios no poder seguir hablando.

La otra quisiera ver

a los hombres ya cansados

y pidiendo más querer.

El Amor hay que sentirlo

para poder ejercer.

Y una vez que ya lo sientes,

tú no te quedas con él.

Tú quieres ya repartirlo

a cualquiera que tú ves

que quiere amar contigo.

“Donde dos hablen de Mí,

Yo estaré con ellos”.

Ama tanto que este peso

ponga tu cuerpo encorvado.

Y que pregunten los hombres

que nunca a Dios amaron.

Que en haciendo la pregunta,

quedarán los dos llorando.

***

Libro 6 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo I - C4

martes, 29 de octubre de 2024

La ermita de la Paz

En Sueño Profético explicaban de la persona que tiene contacto con Dios, cómo son los efectos.

Dijo uno:

Yo tuve contacto

con uno que Dios en él hablaba,

y no tenía engaño

el que oía sus palabras.

Ya, fuera del pueblo

donde yo habitaba,

vivía un hombre en familia,

y este hombre tenía fama

de que todo el que allí iba,

sus males le consolaba.

Era un hombre más bien fuerte

y de voz como apagada.

Vivía de un terreno

que él mismo se lo labraba,

y le daba unos cuartos,

y a la familia ayudaba.

Este hombre veía a Dios,

y es que lo demostraba.

Cuando hablabas tú con él,

¡qué Paz sentía tu alma!,

¡qué ganas de ser más bueno!,

¡y no veías importancia a nada!

Todo el que de allí venía,

la cara traía cambiada.

No se podían repetir las palabras

sin que alguien te dijera:

“Yo necesitaba Paz,

y quien la diera no encontraba”.

Ya lo mandaban al sitio,

y una vez que lo aprendían,

hacían camino limpio,

sin dejar asomar hierba.

Llegó este hombre a morir,

y toda la gente aquella

que vivía con Paz de Dios,

se juntaron y,

con la familia contenta,

hicieron como una ermita

de lo que era su vivienda,

y le pusieron de nombre

“La ermita de la Paz”,

donde llegabas llorando

y salías “consolá”.

Dicen, que si iban niños,

ángeles veían volar.

Había veces

que los niños de un año y seis,

sus miradas quedaban extasiadas.

Los de un año chillaban

con risa de carcajada,

y los de seis decían:

¡Mira! ¡Mira ángeles de verdad!

Desperté, oí:

Cuando la Paz la veían,

fijo que Dios allí vivía.

Vivía y daba Paz

para que su Sello vieran,

y todos se traían Paz,

todo el que Paz quisiera.

Allí hicieron una ermita,

en sitio de su vivienda.

Allí iban amarguras,

y se venían sin ellas.

Pues aquello convirtieron

en Cielo, Cielo de Tierra,

que los ángeles bajaban

para que los niños los vieran.

Los ángeles, para los niños.

La Paz, para los mayores.

Y la Gloria, “pa” “to” el mundo.

***

Libro 6 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo I - C5