En Sueño Profético vi una cama, y un hombre muy arropado la ocupaba, y salían y entraban muchos hombres.
Ya dijo uno:
“Este hombre tiene su carne enferma, y el hombre quiere curarla aunque cura no tenga”.
Apareció otro hombre, éste andando y con buena vestimenta. Y dijo el mismo:
“Este gran caballero es de la misma esfera que el que se encuentra enfermo sin remedio y el hombre quiere curar su cuerpo. Pues este hombre está con enfermedad de espíritu, pero más grave que el que tantos lo consuelan, y nadie se ocupa de él aunque digan que lo quieren. Él mismo no quiere curarse, y Dios, si él quiere, cura le lleva. En cambio, al de la carne enferma, Dios ya le mandó su llamada, y por más y más que vengan hombres cobrando visita, que será una gran renta, no le quitarán el mal, porque ya esa carne es muerta”.
Desperté, oí:
Es abandono del hombre
el dejar espíritu enfermo.
Es ocuparse tan sólo
de lo que no llega a Eterno.
Dos parábolas te han puesto
de la enfermedad del espíritu
y la enfermedad del cuerpo.
Lo del cuerpo, sin remedio,
y el mismo hombre sabiéndolo,
busca a hombres que le digan:
“puede que tenga remedio”.
El que su espíritu tiene
empiezo de enfermedad,
nadie intenta buscar
un remedio para curar.
¡Con lo fácil que sería
acabar con este mal!
Una vez que Dios daría
el sí, sin nada cobrar.
Cuando tengas mal cuerpo
y espíritu sin pecar,
no digas estoy enfermo.
Porque grave enfermedad
no es la enfermedad del cuerpo.
***
Libro 14 - Dios Manda en su Gloria que Enseñen - Tomo II - C1
La enfermedad del espíritu, siendo la más grave, es la que tiene más fácil remedio. Basta con pedir a Dios su curación y su prevención.
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