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jueves, 3 de febrero de 2022

Cementerio, armario triste

En Sueño Profético se vieron unos cipreses y una tapia blanca, y uno dijo:

Cementerio, armario triste

donde guardan el traje que ya no sirve.

Cementerio, sitio de lágrimas,

porque la fecha pide que allí dejes las lágrimas.

Cementerio, que al oír este nombre,

pronto lo quitas de tu pensamiento.

Pero el cuerpo bien que lo cuidas

para que luego sirva de pienso.

El cementerio recibe el cuerpo que le ha servido al espíritu, bien para hacer Servicio a Dios o para llevar al pecado.

Esto es el cuerpo: traje del espíritu. Pero el espíritu no puede ser como el cuerpo, que está junto a otro, en el mismo panteón, el que pecó y el que adoró a Dios. El espíritu a la Gloria no viene si Dios no lo trae porque su traje ensució la Palabra de Dios.

Desperté, oí:

Repetían mucho:

Cementerio, armario triste

donde guardan la ropa que ya no sirve.

Que la ropa es el cuerpo,

traje que lleva el espíritu,

que es lo que el hombre valora.

Que tiene valor.

Pero si lo comparas con el espíritu,

no.

El espíritu,

si quiere Vida Eterna,

Dios le da Poder,

Luz y Sabiduría

para Enseñar en la Tierra.

Y a la Gloria de Dios,

espíritus acarrea,

y nunca será muerto,

por tener Vida Eterna.

El hombre debería pensar

que si quiere a Dios

no tiene muerte.

Y que el traje de su espíritu,

otro lo llevará al cementerio,

armario triste

donde llevan el traje que ya no sirve.

***

Libro 40 - Dios Manda En Su Gloria que Enseñen - Tomo VI - C1

domingo, 14 de julio de 2013

Cementerio, sitio triste, porque no crees lo Eterno

En Sueño Profético se vieron unos cipreses y unas lápidas en el suelo. Tenían cerca, alrededor, algunos de estos cuerpos muertos. Había dos hombres de espaldas, y su voz subían sin miedo. Éstas fueron las primeras palabras que su Enseñanza dijeron:

Aquí vienen a ver los cipreses porque ya no existe nada de lo que llevara el cuerpo, como no sea un metal que en olvido se trajo el cuerpo muerto. Aquí sigue el hombre el engaño de seguir detrás del cuerpo.

¡Son los cipreses los vivos, en medio de tantos muertos! Ellos reciben y despiden, y oyen lo que no oyen los cuerpos. Porque de muchos no hay ya cuerpo.

Pero el hombre sigue dándole valor al cuerpo, sin nombrar la Gloria de Dios, el Sitio donde no falta la Vida que llevaban estos cuerpos.

Estas Vidas ven la copa del ciprés antes de que vean la lápida que tapaba al cuerpo.

¡Cementerio, sitio que oyes y ves alabanzas y pocos desprecios!

Desperté, oí:

¡Dadle alabanza a la Vida
de aquello que mueve al cuerpo!

Que esta alabanza se da
siempre mirando al Cielo.

El cuerpo no ve ni oye,
ni puede quedar tiempo
para que el que aún tiene el suyo,
lo conozca, si algún día quisiera verlo.

Pero si piensas en Aquí
y te llevas su recuerdo,
tú sientes su Vida,
porque él no está muerto.

¡Qué pocos dicen: “Señor,
yo sé que contigo no hay muertos”!

Pero tienes que querer a Dios
antes de que dejes el cuerpo.

¡Cementerio, sitio triste,
porque no crees lo Eterno!


***

Libro 20 - La Palabra del Creador - Tomo II - Pág. 165-166

lunes, 17 de septiembre de 2012

Vivir sin amar, es vivir la vida triste

En Sueño Profético decían:

¡Qué alegría es amar,
y qué pena tendrá aquél
que no tenga quien lo ame,
porque cuando pudo amar,
el Amor dejó en la calle!

Este Amor es el de Dios,
que es Amor incomparable,
que es Fuerza de una vida,
de una vida sin ver nadie.

El que a Dios no Lo quiera,
es dejar Amor en la calle.

Yo creo que vivir,
vivir sin amar y sin que amen,
es vivir la vida triste,
sin oír a Dios que mande,
porque amando a este Dios,
Él te ama y es mandarte.

Yo no sé cómo diría
este mandar tan sin mando,
pero que sientes Amor,
y ya te notas el mando.

Puede que mi explicación
sea de Amor y de llanto,
porque mi primer sentir
fue arrodillarme llorando,
y entonces abrí mi puerta
al que ya estaba esperando.

Yo no Lo dejé en la calle,
antes muerta,
pero éste es poco cambio,
y si me manda al abismo,
Teresa dice: ¡Dios mío!,
mándame un castigo malo,
que me pongas como ejemplo
del peor que haya pecado.

No hay condena que condene
al que Te haya despreciado.
Poco sería el Infierno,
ni con esto das el pago.

Desperté, oí:

Si leen lo que yo dicto,
que Dios me mandó dictarlo,
sé fijo que amas y quieres
a este Dios que ama tanto.

Y si en este Amor sentido,
piensas: “yo antes no amé”,
al ponerte de rodillas,
a Dios Le verás los pies.

Los pies o sus llagas hondas,
que aún destilan sangre.

O sus manos con los clavos,
o su corona de pinchos,
o su rostro sudoriento.

Cuando sientes alegría
de Amor, que Dios te está amando,
es cuando piensas con pena
en el que a Dios ha despreciado.

Yo ruego para que el hombre
a Dios no le dé desprecio.
Yo ruego para que sienta
a este Dios que no está muerto.

Grande pena ha de sentir
aquél que no busque a Dios
y sin Dios quiera vivir.

Esto es vida en barranco,
noche sin día venir,
lamento que no oye nadie,
desprecio del Dios de Aquí.

Si esto el hombre pensara,
amaba y ya vivía
con Luz que Dios le mandaba.

TERESA DE ÁVILA


***

Libro 5 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo I - Pag. 191-192-193