En Sueño Profético se vieron unos cipreses y unas lápidas en el suelo. Tenían cerca, alrededor, algunos de estos cuerpos muertos. Había dos hombres de espaldas, y su voz subían sin miedo. Éstas fueron las primeras palabras que su Enseñanza dijeron:
Aquí vienen a ver los cipreses porque ya no existe nada de lo que llevara el cuerpo, como no sea un metal que en olvido se trajo el cuerpo muerto. Aquí sigue el hombre el engaño de seguir detrás del cuerpo.
¡Son los cipreses los vivos, en medio de tantos muertos! Ellos reciben y despiden, y oyen lo que no oyen los cuerpos. Porque de muchos no hay ya cuerpo.
Pero el hombre sigue dándole valor al cuerpo, sin nombrar la Gloria de Dios, el Sitio donde no falta la Vida que llevaban estos cuerpos.
Estas Vidas ven la copa del ciprés antes de que vean la lápida que tapaba al cuerpo.
¡Cementerio, sitio que oyes y ves alabanzas y pocos desprecios!
Desperté, oí:
¡Dadle alabanza a la Vida
de aquello que mueve al cuerpo!
Que esta alabanza se da
siempre mirando al Cielo.
El cuerpo no ve ni oye,
ni puede quedar tiempo
para que el que aún tiene el suyo,
lo conozca, si algún día quisiera verlo.
Pero si piensas en Aquí
y te llevas su recuerdo,
tú sientes su Vida,
porque él no está muerto.
¡Qué pocos dicen: “Señor,
yo sé que contigo no hay muertos”!
Pero tienes que querer a Dios
antes de que dejes el cuerpo.
¡Cementerio, sitio triste,
porque no crees lo Eterno!
***
Libro 20 - La Palabra del Creador - Tomo II - Pág. 165-166
No fijemos tanto la atención en la tumba, sino en la copa del ciprés que apunta al Cielo.
ResponderEliminar