En Sueño Profético decían:
Todo el que pudo tener amistad con el Maestro y no la tuvo, lloró después de su Resurrección. Venían a que nosotros les habláramos de Él. Nos hacían preguntas y nuestras respuestas eran distintas a las que hubiera dado el que nos enseñó. Él nos enseñó y nosotros teníamos su Enseñanza. Éramos sus Discípulos y Él era Dios.
Dijo Juan:
Un día, se acercaron a mí unos que llevaban mi mismo camino, y mirándome sin pestañear, me dijo uno:
–¿Tú eras uno de los que siempre ibas con el Maestro?
No pude contestarle rápido como cualquiera que no hubiera tenido intimidad con Él. Noté frío en mi cuerpo y sudor a la vez. No quería oír “Maestro” como no fuera a alguno de los que habíamos estado hasta el final con Él. No sabía si eran algunos de los que no lo querían a Él.
¡Qué trabajo me costaba tenerle que responder, sin saber si ellos amaban y yo no poder pasar sin Él, aunque sentía su Presencia, que no era verlo a Él!
Desperté, oí:
Le contesté: “Yo soy uno de los que iba siempre con Dios Hijo”.
Y hoy ando sin tino,
sin saber por dónde ando.
Gracias que los Diez me tienen
como que soy el menor.
Y me buscan cuando quedo
sentado en cualquier rincón.
Ya, cuando me voy con ellos
y empiezan a predicar,
quiero hacerme a la idea
de que lo voy a encontrar.
Todo esto lo pasé
cuando con materia estaba,
hasta que vine Aquí con Él.
***
Libro 3 - La Palabra del Creador - Tomo I - Pag. 275-276-277
Para que no andemos sin tino, como Juan, Dios envía su Espíritu y su Enseñanza.
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