En Sueño Profético vi una nave grande y en el centro una mesa. Esta mesa era estrecha y larga, y una jarra encima de la mesa. Esta nave tenía unas ventanas que al mirarlas te decían la anchura de los muros. El suelo era enladrillado, y los asientos estaban debajo de la mesa, o sea, que cuando no servían, ese era su sitio.
Ya dijo uno:
Aquí se reunían los Discípulos en espera de su Maestro, y también fueron algunos admitidos de los que Lo buscaban con la firmeza de que era Dios en la Tierra.
Yo Le oí Palabras que sentías alimento en tu cuerpo y no echabas de menos la comida, que son estas que mandan que queden escritas.
“Entristeceos cuando mi Mando no os llegue. Y si mi Mando doy a otro, es porque en su espíritu hay deseos de obediencia a mi Mando. Yo Mando cuando tengo que mandar, pero si mi Mando es deseado, llegan más glorias a mi Gloria, y mi Padre en Mí, manda más Mando”.
Desperté, oí:
Cuando oías estas Palabras
te sobraba la comida
que ya habías preparado.
No porque no quisieras,
era que el olvido había llegado.
Nunca los veías tristes
ni oías: “estoy cansado”.
Este Mando daba Vida
y Vida iba dejando
en los sitios que decían:
“El Maestro nos ha mandado”.
Si quieres que Dios te mande,
pon tu espíritu a su Mando.
Y siempre estarás contento
y no te llegará cansancio.
***
Libro 28 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo V - C2
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