En Sueño Profético decían:
Hay quien busca a Dios para pedirle, y no Lo busca para darle las gracias por lo que siempre le está dando.
Hay quien pide el Amor que dentro lleva, y hay quien pide con ira y con protestas.
Hay quien su carga ve más grande, y no ve al que Dios le manda ayudarle.
El pedir a Dios, más que aprenderlo, es sentirlo dentro de tu mismo cuerpo, como sientes al hijo antes de que esté pidiendo, que tan sólo al mirarlo, ya le vas llevando lo que está queriendo.
Dijo uno:
Yo traté a muchas madres, y no eran enseñadas a querer ni a tratar al hijo, cuando les pedía agua.
Esto me hizo Mónica que lo pensara:
Decía, que el Amor a Dios y el amor al hijo, no necesitaba enseñanza; que en el querer ansioso, no hacen falta palabras; que el Amor a Dios, el que lo sienta, la acción anula las palabras.
Desperté, oí:
Es grande el amor al hijo, pero le supera el Amor a Dios.
Dios no necesita al hijo. El hijo no vive sin Dios, ni su cuerpo, ni su espíritu.
Yo cuando oía a las madres “mi hijo y después Dios”, ya no veía una madre, y del niño, me daba tal compasión, que cuando miraba al mío, por él también pedía a Dios.
Le pedía con más ganas, para que el niño al llorar, Dios cogiera una plegaria y a su madre perdonara.
Quiere después a tu hijo, porque en tu hijo Él manda.
Y sabrá mejor que tú el corregirle sus faltas.
MÓNICA DE AGUSTÍN
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Libro 26 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo III - C4
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