domingo, 13 de enero de 2019

Dios llama a todos los hombre de la Tierra

En Sueño Profético decían:

Cree más en la existencia de Aquí, el que ahí busca estos Mensajes –hoy únicos, sin poder presentarse nadie diciendo “a mí igual me pasa”, no para él, sino para cundirlos–, que el que los oye y guarda silencio.

El hombre cree en la existencia de Aquí como si fuera el cementerio de la carne.

El hombre tiene a esta Gloria por cementerio del espíritu, y al Infierno lo nombra como una fábula, sin creer nada de él.

Dijo uno:

Cree algo de la Gloria, por si al final de su vida se encontrara con algunas ganancias.

El hombre que pudo cundir este gigante prodigio a vista del mundo entero y no lo hizo, hoy llora en silencio, sin Dios dejarle que suenen gritos. Porque si gritos se oyeran, podría tener consuelo en su honda conciencia. Pero Dios prohíbe el paso, y que ellos solos se entiendan.

Dios, cuando se comunica, llama a todos los hombres de la Tierra. Si los de cerca se callan, los de lejos no se enteran. Dios siempre pone camino donde sus Palabras deja. Que el camino es el hombre que puede hacer carretera, y ya Dios le da su ayuda.

¡Cuántas horas han pasado! ¡Cuántos edificios se han hecho! ¡Y cuántos dineros gastados desde el primer momento que Dios quiso que esto fuera publicado!

Tan sólo con un grito de Amor a Dios con firmeza, y poner unas monedas de las que Dios te ha emprestado… –porque no puede decir: “de este caudal yo soy amo”, porque mañana te mueres y otro queda administrando–. Pues si de esto que tú te crees dueño, a Dios le dedicas algo, ¿cómo crees que Dios te devolvería el cambio?

Y ya, si piensas en el que tiene el máximo cargo en la rama teológica, o literato, y su gran firma obligando a otras firmas mientras están en el cargo, ¿dónde estaría este “Diciendo” y a cuántos habría quitado del pecado de la indiferencia, cuando Dios hace Presencia para que sea publicado?

Desperté, oí:

¡Cuántos pudieron hacer
lo que hoy ya no pueden!

¡Cuántos se creían eternos
y hoy de asco se mueren!

¡Hombres que si lo pensaran,
lo mal que se comportaron
al nacer este Mensaje,
de rodillas se pondrían
en un montón de cristales!

Pero cristales de pico,
de unos rotos más grandes.

Pero aun haciendo esto,
no habrían pagado una parte,
para igualar el sufrir
que dieron al Comunicante.

¡Hombres que se hacen el seguro
para la carne y el suelo,
y abandonan el espíritu!

Hazte el seguro de vida,
de seguir siempre a este Cielo.

Y te pagará una renta
que nadie te quitará,
y tú siempre serás dueño.


***

Libro 16 - Dios No Quiere, Permite - Tomo II - C4

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