En Sueño Profético contaban que yendo un día Jesús por el
monte, y subiendo un poco cansado, como los demás iban, uno que no era de los
Discípulos Le dijo (pero sin intención mala): “Maestro, debes utilizar tu Poder
y subir el monte sin cansarte, que por eso eres Dios”.
Esto contestó el Maestro:
“Si así lo hiciera, ya no era el Dios que
ahora veis. Que soy el primero en ir delante para todo el sufrimiento. Yo tengo
Poder para subir el monte sin cansarme”.
Y señalando a todos, dijo:
“Pero qué Dios sería dejando a todos
subir el monte cansándose. Esta Enseñanza ya no sería de mi Padre. Mi Padre
vive en Mí, y Yo, al estar de Carne, tengo que enseñar para que lo que Yo haga
puedan hacerlo todos”.
Siguió diciendo:
“Lo mismo que se puede vivir sin que
peque la carne. Por eso mi Padre os da compañera, con la que formaréis una
misma carne sin poder nadie romperla, hasta que Dios Padre la separe. Que
luego, Yo les doy el sitio que ellos pidieron cuando vivieron de carne. Yo soy
Dios Hijo y Dios Padre, pero ahora soy Dios Hombre, y el trabajo y el sufrir no
lo sujeto, para que todos Me améis como Yo siempre os amo, en la Tierra y antes
en el Cielo. Que aunque Me veáis aquí, mi Amor sale del Cielo y mi figura
también”.
Desperté, oí:
Fue subir el monte, y los que ya
esperaban, a coro, dijeron:
“Maestro será más chico el Sermón por ser
ya algo tarde. Pero con oír tu Voz estamos contentos, pero no es conformarnos”.
¡Cómo les habló el Maestro, enseñando con
la práctica y con el ejemplo!
Él vivía como hombre, para que el que
oyera la Enseñanza no quitara ni pusiera más ni menos.
El pecado se alejaba por Mando del Alto
Cielo.
Era Dios y era Hombre, Creador de lo que
acaba y de lo Eterno.
Pero es Divinidad, que si no amas, no
llegas a comprenderlo.
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Libro 64 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo VIII - C2