En Sueño Profético hablaban del sufrimiento, del que el sufrir lo lleva con carga y retirándose de Dios, o el que lo lleva sin peso, amando y abrazando todo lo que va de Dios.
Dijo uno:
Voy a referir cómo llevaba el sufrimiento de un hijo baldado una mujer que era amiga de mi madre:
Esta mujer tenía sólo el hijo, y el marido murió cuando al niño le faltaba un mes para su nacimiento. Esta mujer era joven de materia, y su espíritu parecía tres veces más la edad que tenía su cuerpo. Era de un Amor tan grande a Dios que nunca se quejó de su suerte. Decía que puede que su hijo estuviera así para ser ejemplo vivo de la conformidad que Dios manda; que a cuántos padres haría buenos la enfermedad de su hijo; que era enfermedad para el que lo veía, que para ella era aceptación a la Voluntad Divina; que su sufrimiento sería que su hijo no quisiera a Dios y Le pidiera cuentas por su deformidad. Si intentaba ponerse de pie, era por dos cogido. Pero que ella había pedido tanto que su hijo amara lo Eterno, que Dios se lo concedió. Tenía, este muchacho, siempre amigos para darle compañía. Entre los doce y los quince nunca le faltaron visitantes, porque su trato algo tenía, algo que la oración de su madre, allí Gloria vivían: Paz y enseñanza al sufrimiento, que en la Tierra no está el remedio.
Desperté, oí:
Ni doce ni quince tenía, que no contaba catorce.
Desde cinco, casi seis, estaba sentado en un sillón por un mal que era en la espalda.
Cuando llegaban amigas de esta mujer, que santidad repartía, y le querían poner ejemplos de pedir cuentas a Dios, ella decía serena:
No admito que pidas cuentas,
cuando mi hijo y yo
vivimos vida contenta.
¡Qué más da vivir un tiempo,
andando sin descansar,
y luego quedar parado!
Si su padre murió joven
y a mi hijo esto le ha dado,
¡qué sabemos por qué Dios
hace números cambiados!
Puede que los dos les sirvan
para que el que vaya a pecar
se retire del pecado.
Porque sufrir dando ejemplo
de seguir a Dios amando,
es la mejor enseñanza
para quitar de pecados.
***
Libro 14 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo II - Pág. 149-150-151
Aceptar la Voluntad de Dios con confianza despide el pecado y aleja el sufrimiento, para recibir un bien mayor.
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