En Sueño Profético decían:
Puedes recordar, aunque no quieras a Dios, sus Palabras. Pero si Lo amas, aunque quieras, no puedes olvidarlas, y este recuerdo te da compaña.
Dijo uno:
Las Palabras de Dios son para todos iguales, pero hay quien se llena de ellas, y hay quien las desprecia. Hay a quien le enseña la calma; y hay quien en calma, no piensa nada bueno, porque aconsejan espíritus de los contrarios del Cielo.
Siguieron hablando de espíritus que les llamaban diabólicos consejeros. De esta Enseñanza, Dios, cuando vivió de Hombre, más a los hombres les enseñaba. Les hacía conocer la maldad y el escondrijo que traían cuando querían engañar o cuando ya estaban engañados. Los que aprendían, ya estaban preparados. Y a los que estaban engañados, Él, con su Poder, hacía descubrimiento de hechos del que los había engañado. Mucho enseñaba a ser humildes como palomas, mansos como corderos, y astutos como serpientes. El que aprendía del Maestro, maestro luego podía ser del que amaba y no Lo podía oír por su trabajo o distancia, o por haber pecado y no atreverse a ponerse delante hasta que le hablaran de Él. El que Lo oía y amaba, maestro de los hombres se hacía, que luego, muchos más maestros de estos, falta hacían.
Desperté, oí:
No era sólo oírlo
el que Amor le rebosaba.
Era oírlo, aprender
y cundir esta Enseñanza.
Muchos fueron engañados,
hasta que Dios baja y habla.
Engañados y adoraban
a lo que Dios no mandaba.
Se olvidaban de Dios Padre
y hacían adoración
a muchos dioses falsos.
Desde el Nuevo Testamento,
ya conocen a Dios Hijo,
que era el Padre,
con el nombre de Maestro.
***
Libro 13 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo II - Pág. 178-179-180
Tener siempre presentes las Palabras de Dios nos defiende de los falsos maestros.
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