En Sueño Profético decían:
Acerca más a Dios la acción que la palabra. Y el Amor y la Paciencia enseñan a ir por el Camino de Dios.
Practicar la Caridad te hace que vivas con menos que otros, que no la practican, necesitan.
Tendrás Fe cuando a Dios le des tus palabras, diciendo: “Señor, Tú eres Dueño de mí, y como Dueño, Tú haces lo que quieras de mí. Mándame con el Mandar de tu Gloria, que yo te serviré lo que otros te niegan”. Esto es Fe y vivir confiando en Dios. Esto es vivir despreocupado de los tormentos que no pueden venir de Dios.
Dijo Juan de Dios:
El que viva de compañero con la Caridad, qué poco necesita, cuánto le da Dios, y qué reposo tan grande tiene su espíritu; aunque es un reposo sin descanso, por saber que el enfermo necesita tu aliento. ¡Es tan difícil explicar reposo sin descanso! ¡Es tan preciso ir a la cama del enfermo, que yo, sin hacer este vivir, creía que estaba muerto y vivía ya en el Cielo!
Esto prometí yo un día a Dios. Fue hecho este “prometí” un día de calor y en las horas del silencio:
Pasé por una huerta y tuve que parar mis pasos al oír unos lamentos, que en medio de aquel calor, frío sentía tu cuerpo. Aquí refiero las palabras de aquel pedigüeño enfermo:
―Señor, no quiero nada de la Tierra, quiero tan sólo Caridad que Tú me mandes del Cielo, que hace días que no pido por estar enfermo.
Me acerqué, y la vivienda era una inservible cuadra que los dueños de la huerta le habían dejado. Le hice preguntas y él me fue contestando. Ya me dijo una palabra, que me vi delante de un Santo:
― Siempre he sido feliz con el ganado cuidando. Me servía de alegría, y a veces tuve mi llanto cuando a alguna corderilla la veía cojeando. Pero ahora me tocó a mí, y a nadie le veo llanto. Siempre viví sin familia. ¿Quiere creer que ya me estoy mejorando y no he comido comida?
Se me quedó mirando, y qué exclamación me dio cuando en mi vio el llanto que a Dios le pidió del Cielo.
Desperté, oí:
Tenía que ser Juan de Dios
el que oyera el lamento.
Tenía que ser Juan de Dios,
por servicios estar haciendo
en el frío y en calor.
A muchos enfermos veía,
pero entre los muchos hambrientos,
tenía sus predilectos.
No tenía diferencia
en repartir la comida,
pero le llegaba hondo
aquel que con Dios vivía.
Estaba llamando a Dios
sin saber que Juan iría
por la tapia de la huerta,
que de otro enfermo venía.
Lloraba porque sentía
la soledad y la tristeza,
de que nadie lo quería.
Si vives la Caridad,
tendrá reposo tu espíritu,
y el cuerpo sin descansar.
Esto decía Juan de Dios,
que vivía la Caridad.
JUAN DE DIOS
***
Libro 12 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo II - C4
El reposo del espíritu está en hacer el bien y en contagiarlo a los demás.
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