En Sueño Profético decían:
Te da tanta Paz en tu espíritu cuando has hecho el bien, que ya no piensas nada más que en hacer el bien por donde ves que el bien esperan.
Dijo uno:
Yo me crié siempre oyendo que no había ahorro que luego te diera, en la enfermedad o en la vejez, más renta que haber vivido siempre haciendo el bien. Pero que el bien llevara a Dios, llevara el bien que hacías. Y al que lo recibía, hacerle ver que el bien iba de Dios. Pues tanto practiqué esta forma de vivir, que cuando fui hombre y ya tuve mi vida independiente, y mis padres veían que ya tenía mi sueldo, nos juntábamos unos amigos, y el número doce éramos, o sea, doce. Nos propusimos que donde hubiera sufrimientos, achicarlos; donde hubiera hambre, llevar comida; y donde los chiquillos estuvieran tristes, llevar juguetes que les dejaran la tristeza por los suelos y la alegría acampara en sus caras. Las caras de los abuelos también cambiaban.
Desperté, oí:
Doce amigos fueron suficientes
para que el pueblo cambiara.
Cada uno iba cundiendo
las necesidades dónde estaban.
Había algunas necesidades chicas,
que si no se quitaban,
el pecado buscaban.
Dios nos mandaba la ayuda,
y algunos daban
sin darle importancia.
Pero nuestras caras,
antes de hablar,
daban las gracias.
Todo es oír y practicar
la Palabra de Dios.
Y sintiendo su Presencia,
ya reciben y ven a Dios.
Con unos pocos hombres buenos,
buenos de Dios,
se borraría y no se conocería esta palabra:
“hombre malo”.
Porque el bueno le quitaría
el crecimiento a lo malo,
con el abono del bien ir dando.
***
Libro 31 - Te Habla el Profeta - Tomo IV - C3
Mostrando entradas con la etiqueta conocería. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta conocería. Mostrar todas las entradas
martes, 21 de febrero de 2017
lunes, 26 de enero de 2015
Si la carne no doliera, nadie conocería la Gloria
En Sueño Profético decían:
“No hay Resurrección, sin Muerte –dijo Jesús a sus Discípulos un día hablándoles de su Muerte–. Y no sabrán quién Me sigue, si guardáis silencio a mis Palabras. Si conmigo se acabara el sufrir de la carne, tampoco se conocería al que quisiera mi Gloria, porque mi Gloria viene después del sufrimiento de la materia. Que el sufrimiento de la carne intentará siempre desesperar al espíritu, para que os pongáis en mi contra. Coged estas Palabras como algo que crece y tenéis que ir soltando, porque más van naciendo. Pensad que Yo os estoy hablando así porque vivo el sufrimiento de la carne y soy Dios hecho Hombre. Yo ya sé lo que harán con mi Carne los que tienen el mando de Luzbel, al que Yo mandé al abismo para que quedara apartado de mi Gloria. Sin sufrimiento de carne no podréis comprenderme. Buscadme hoy a Mí. Y cuando a Mí no Me tengáis, llamad a mi Padre, que Todo es un mismo Dios”.
Desperté, oí:
¡Qué fuerza daban a la carne
las Palabras del Maestro!
¡Cómo quería que aprendiéramos,
que mientras que había carne,
tenían que haber sufrimientos!
Y cuanto más Lo seguías,
más entendías su “Diciendo”.
Porque el seguir a Él,
daba Caridad
a lo que movía tu cuerpo.
Si la carne no doliera
por dolor o sufrimiento,
nadie conocería la Gloria.
¡Es el paso de esa vida
el que te da el pasaporte
para que bajes o subas!
***
Libro 15 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo III - C4
“No hay Resurrección, sin Muerte –dijo Jesús a sus Discípulos un día hablándoles de su Muerte–. Y no sabrán quién Me sigue, si guardáis silencio a mis Palabras. Si conmigo se acabara el sufrir de la carne, tampoco se conocería al que quisiera mi Gloria, porque mi Gloria viene después del sufrimiento de la materia. Que el sufrimiento de la carne intentará siempre desesperar al espíritu, para que os pongáis en mi contra. Coged estas Palabras como algo que crece y tenéis que ir soltando, porque más van naciendo. Pensad que Yo os estoy hablando así porque vivo el sufrimiento de la carne y soy Dios hecho Hombre. Yo ya sé lo que harán con mi Carne los que tienen el mando de Luzbel, al que Yo mandé al abismo para que quedara apartado de mi Gloria. Sin sufrimiento de carne no podréis comprenderme. Buscadme hoy a Mí. Y cuando a Mí no Me tengáis, llamad a mi Padre, que Todo es un mismo Dios”.
Desperté, oí:
¡Qué fuerza daban a la carne
las Palabras del Maestro!
¡Cómo quería que aprendiéramos,
que mientras que había carne,
tenían que haber sufrimientos!
Y cuanto más Lo seguías,
más entendías su “Diciendo”.
Porque el seguir a Él,
daba Caridad
a lo que movía tu cuerpo.
Si la carne no doliera
por dolor o sufrimiento,
nadie conocería la Gloria.
¡Es el paso de esa vida
el que te da el pasaporte
para que bajes o subas!
***
Libro 15 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo III - C4
Suscribirse a:
Entradas (Atom)