En Sueño Profético decían:
¡Qué normal habla de Dios
el que en Él cree y Lo ama!
Tan normal que el que lo oye,
le hacen pensar las palabras.
El que ama a Dios descansa
cuando no calla de tener
el Nombre de Dios
en todo lo que se habla.
Si es bien, “¡Gracias Señor!”
Y si es sufrir chico o mayor,
se escapan estas palabras:
“Señor,
que no me aparte de Ti el sufrir,
que Te siga sin cansarme,
sin dudas y sin protestas
que me puedan apartar
tu Nombre de mi memoria
y de mi vista tu Imagen”.
Dijo uno:
Esto me pasaba a mi:
Yo tenía siempre fuego
y quería que las llamas
todos me las fueran viendo.
El que más duda ponía,
más fuerzas yo me sentía
para irlos convenciendo,
que el convencer era el Premio.
El hombre que a Dios no nombra
es porque no lleva
a Dios en su espíritu.
Y al no llevarlo,
le molesta que otro diga:
“Dios está Vivo
y vive entre el hombre”.
Por eso,
¡qué no sabrá Dios del hombre!
Desperté, oí:
Es presentación de espíritu
la actuación que haga tu cuerpo.
Si dentro llevas a Dios,
tus palabras no Lo ocultan,
y en cualquier conversación
el Nombre de Dios te oyen.
Esto es hombre
que siente estudios Divinos.
Al hombre materialista,
olvidado del espíritu,
no le preguntes de Dios.
Que según él,
eso no lo necesita.
Él, su saber material.
Que puede que se termine el saber
antes de acabar de hablar.
La sabiduría del hombre sin Dios
es alcohol concentrado en la cabeza,
que nunca da buen consejo.
Con la grande diferencia,
que el alcohol puede
que no te condene a una vida eterna,
por agrandar enfermedad de materia.
La sabiduría del cuerpo,
al espíritu no llega.
Ésta te sirve bien poco,
y hasta la Gloria te roba.
Hazte culto del espíritu
y después empieza carrera.
Y ya te vienes con título.
***
Libro 20 - La Palabra del Creador - Tomo II - Pag. 125-126-127-128
Del lleno del corazón habla la boca. Si el corazón rebosa Amor de Dios, la palabra y el gesto lo pregonan.
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