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jueves, 27 de junio de 2013

Examen de conciencia

En Sueño Profético hablaban de creer. Decían:

Creer es decir: “creo en aquello que no veo pero siento”.

Creer es decir sí a todo lo que viene de aquello que estás creyendo.

Creer es no admitir un palabra en contra, para quitarte el creyendo.

Pues si además de creer te justifican, después de creer como aquí estás viendo, haz examen de conciencia y rectifica tus hechos. Que mientras vivas de cuerpo, puedes tener algún remedio. Pero piensa que tu espíritu lo tienes enfermo. Enfermo y contagioso.

Porque todo el que vea bien aquello que estás diciendo, va cogiendo enfermedad y va pecado viviendo.

Dijo uno:

El hombre no cree pecado decir: ¿y por qué voy yo a creer esto? Y no sabe que es pecado porque a Dios está desmintiendo.

Haz este pensar: “¿Estos Escritos son de la Tierra o son dictados del Cielo?”. Si tú los crees de Aquí, el amén pones primero, y te molesta oír la duda al Instrumento. Te molesta hasta el extremo de que tu rostro dejas triste y no compartes alegría porque te da pena y miedo.

Desperté, oí:

Si crees, obedeces
y haces que más crean.

Si no crees,
ni obedeces y reformas.

Reformas lo que salió,
a un espíritu de esta Gloria.

El creer no admite leyes
que el hombre al creer le imponga.

Cuando el creer tú lo presentes
como Esto se presenta.

Cambia el camino que llevas
si duda estás practicando.

Que puede que llegue el día
que ya no puedas cambiarlo.

¿No te da algo por dentro,
sin que puedas explicarlo,
cuando admites palabras en contra
del que de Aquí lleva el Mando?

Haz un rato de oración,
y acompaña pensando:

“¡Qué diferencia tan grande
de lo que habla el hombre
a lo que hablan estos Dictados!”.

Piensa en la Vida Eterna y aprovecha
el bien que Dios te ha mandado.

Que no es corriente el decir:
“en mi casa ha tocado”.


***


Libro 19 - Dios Manda en Su Gloria que Enseñen - Tomo III - Pag. 41-42-43

domingo, 26 de mayo de 2013

Examen de conciencia

En Sueño Profético decían:

Un buen examen de conciencia con un propósito de dura roca, puede librarte de condena eterna.

Hay quien no piensa en el mal que hace, y hay quien piensa en el mal que hizo. Éste último utiliza la conciencia y ya alcanza el Perdón de Dios.

Dijo uno que conoció a Agustín y que por Agustín hoy está en Presencia de Dios:

Yo vivía sin querer oír la palabra conciencia. Cuando oía esta palabra, me daba como rebeldía, me daba como un latigazo por dentro.

Yendo un día a mis estudios –ya que mi carrera poco tiempo me quedaba para coger el título–, me presentaron a Agustín, del cual había oído mucho hablar, de su pasado y de su presente. Ya que se terminó el saludo, el hablar de sus conocimientos y de los míos, de estudios más provechosos o en partes más lucidos, ya dijo Agustín:

   ―Yo voy por el mismo sitio. Podemos continuar hablando. Pero es más provechoso que recuerdes lo pasado.

Él tuvo que verme a mí algo, para dar el cambio, y fue el deseo de yo oír cómo él fue perdonado. Ya me dio este testamento: querer conversar sin palabras, con la conciencia, pero en silencio; querer ser él un personaje para juzgar todo el mal que estabas haciendo, y así había Perdón seguro. Pero primero hazle entierro, y cúlpate de tus culpas, y hazle desprecio a tu cuerpo, y mira lo que te arrastre a vivir en contra del Cielo, como enfermedad que mueres por no haber medicamento, como contagio de lepra que coges sin dar provecho, porque si coges contagio y llevas almas al Cielo, no le digas contagio, di servicio a Dios hecho. Todo esto me fue hablando y yo tomé su consejo.

Desperté, oí:

Hizo examen de conciencia el pecador,
después de estar hablando
buen rato de su carrera.

Pero no estaba en las letras ni en las ciencias,
que estaba en el sentir
de contacto de conciencia.

Agustín le transmitía
algo que pasó por él,
de tiempos que no lo olvida.

Algo que sentía querer,
y algo que lucha le hacía.

Algo que sale a la cara,
algo que del bien te quita.

Pero si llamas a Dios,
verás a algún Agustín,
aunque otro nombre digan.

AGUSTÍN DE MÓNICA


***

Libro 12 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo II - Pág. 38-39-40