En Sueño Profético hablaban del pasado, del presente y del futuro; de la vida, de los años, de querer que el tiempo pase aprisa o que se quede parado; del que hizo vida buena sin tener látigo alzado, para que no se moviera.
Era hablar del hombre, porque el tiempo es el mismo. Nada tiene movimiento. Todo cumple en cada sitio. El día no le quita el sitio a la noche. La noche espera con calma hasta que el Sol se esconde, y con grande suavidad lo va siguiendo la noche.
¡Esto es siempre igual!
Las nubes te anuncian agua y no respetan la tierra; hacen el Mando de Dios.
¡Aquí no llega la ciencia!
El rayo siempre cayó apartando oscuridad, y después de estar en la tierra, el trueno avisa ya.
El pasado siempre fue: recuerdos buenos o recuerdos malos; morir niño o morir anciano, o quedarse en este centro, que un tiempo has pasado y a otro no has llegado.
¡Esto tampoco tiene cambio!
El tiempo no se reforma, es el hombre el reformado. Pero es reforma hueca, porque a Dios tiene apartado.
Dijo uno:
Dios no cambia sus Palabras, ni su Mundo, ni el nacer, ni el morir. El que quiera aquí reforma, vive de Dios apartado. Porque reformarle a Dios es creerse el hombre sabio, corrigiendo al Creador.
Desperté, oí:
Todo lo que se ha nombrado
tiene Obediencia a Dios.
Y nada verás cambiado.
El mundo vive la calma,
y el hombre tiene al mundo alborotado.
Porque quiere que ese mundo
viva detrás de su mando.
Aquí tropieza mundo que acaba,
con Mundo Eterno.
Que de Aquí salió
todo lo que hay hecho:
Tierra, agua, noche, día,
vivos y muertos.
Pues a pesar de los siglos,
aún sigue todo saliendo.
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Libro 20 - La Palabra del Creador - Tomo II - Pág. 14-15-16
Los tiempos no han cambiado y el ciclo de la vida nos lo recuerda cada día.No nos engañemos.
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