En Sueño Profético yo decía:
“Señor, que yo nunca me enfade, pero mándame quien tus Palabras publique. Yo sé, que al publicar lo que Tú me dices, el que lea este Publicar, su pecado apartará, y hará –besando este Libro– que muchos no conozcan el pecado. Si yo pudiera hacer algo, oblígame a que lo haga, porque yo sola no sé el camino”.
Salió hablando Agustín de Mónica y Teresa de Ávila.
Decía Agustín:
Si su filosofía dijeran que era del hombre, el hombre a ella buscaría, pero al decir que es de la Gloria de Dios, el hombre se retira.
El hombre ama a Dios sin comunicación de Dios y sin querer hablar de la Gloria de Dios.
Desperté, oí:
Cuando se ama mucho a Dios,
no es enfado, es Amor con dolor.
Dolor que nadie sabría,
si a este Dios nadie quisiera.
Este Amor es espinoso,
espinas que dan fragancia,
que al apretar las espinas,
de pétalos te emborrachas.
Y estos pétalos te sirven
para perfumar tu alma.
Perfume que vas dejando
por donde tus pasos pasan,
pasos que el hombre no ve,
porque a este Dios no ama.
Teresa y Agustín de Mónica.
(Se me olvidó poner los nombres y me lo recordó Tomás de Aquino)
***
Libro 1 - Meditaciones y Palabras Directas con el Padre Eterno - Tomo I
El Amor a Dios va unido al dolor por sentir que Él no es suficientemente amado, y por los hombres que desconocen este Amor.
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