En Sueño Profético hablaban de Jesús y sus Discípulos:
Jesús les hablaba a todos juntos para que la Enseñanza fuera la misma que Él daba. Si a cada uno enseña de diferente manera, la Enseñanza hubiera sido, para el que Lo oía, distinta una de otra.
Dios Hombre enseña con la misma Palabra para los Doce. El hubiera querido más, pero el hombre no quiere sus Palabras. Jesús habla con el hombre a solas, cuando a Él Lo buscan diciendo: “Maestro ¿qué hago? Maestro, ¿he hecho esto mal?”. O cuando antes de que Él llegara, se ponían de rodillas y se tapaban la cara. Entonces, Él, si iba con algunos de sus Discípulos, les decía: “Seguid, que Yo os alcanzo”. Y con sus Palabras levantaba al que tenía de rodillas, porque había hecho pecado conociendo al Maestro, que era doble pecado. Lo que no era pecado, que era Enseñanza, se hablaba y corregía el Maestro, estando todos delante de Él. Por eso eran muchos los llamados –y son– y pocos los Elegidos. Éstas son las Palabras de Dios Hombre.
Él no bajó del Cielo para que doce Lo siguieran y uno Lo vendiera, para morir crucificado.
Él se hace Hombre para todos los hombres. Si así no fuera, no era Dios.
Desperté, oí:
Siempre estaban juntos
cuando decía Palabras
que eran para Enseñanza.
El que no Lo comprendía,
Él quería que Le dijera:
“Maestro, quiero mejor enterarme
para que vean que no es mío
lo que de mi boca sale”.
Si veías al Maestro
con un hombre solo hablando,
era arrepentimiento
de algo que hizo mal
o estaba en peligro de escándalo.
Luego, ya, hacían público
el Perdón que Él había dado.
La Enseñanza no tenía caridad
para no ser avergonzados.
Era un Amor grande
y deseo de quedar
todos enterados.
Los Discípulos oían
todos las mismas Palabras.
Ellos tenían que saber
el sitio para dejarlas.
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Libro 23 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo IV - C2
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