jueves, 19 de octubre de 2023

El bueno del padre y Timoteo

En Sueño Profético hablaba sin verme, y decía:

Señor, que Tú vives como vives, esto nadie lo cree. ¡Bueno…, casi nadie!

Contestó uno:

Yo era amigo de uno que su nombre era Timoteo. Éste vivía de las miserias que otros tiraban. Yo, que era su único amigo, menos tenía aun que él, pues tenía a mi padre enfermo y a dos hermanos que mantener. Él no tenía familia para dar ni para recoger. Había días que íbamos con los sacos llenos, y él, como estaba solo, metía la mano en su saco y todo lo mejor lo echaba en el mío. Decía: “esto, para tus hermanos; y esto ya es de tu padre”. Estos hermanos eran menores, y mientras yo salía, ellos cuidaban a mi padre. Mi padre no comía lo que yo llevaba hasta que mis hermanos decían:

   –Padre, ya hemos comido nosotros, y nos queda para luego.

   –Traed que vea los platos.

Y si los veía medios, decía:

   –¡Qué bueno es Timoteo! Yo pido a Dios que le dé antes que a mí, a él primero. Yo no sé lo que yo haría. ¡Él ya sabemos que es bueno!

Unas mañana temprano se presentó Timoteo. Iba con risa en los labios y un poco descontento:

   –¡Abrid la puerta! ¡Deprisa…! y mirad lo que aquí traigo. Me he quedado bien dormido, y esto me ha despertado: un ruido en la puerta, y la tranca habían quitado.

No podía poner el pie porque no tenía lado. Empezó a sacar de allí, de un mulo que le habían prestado, casi medio cerdo, pero éste ya curado; una talega de alubias y otra llena de garbanzos; una cántara con leche, y una cabrilla y un borrego iban balando. Dijo este gran Timoteo:

   –Esto, Dios me lo ha mandado, y como estaba dormido, la tranca me ha despertado.

Se acercó a mi padre y los dos se abrazaron:

   –¿Te has quedado con algo tú, o lo traes todo intacto?

   –¡Claro, si esto no es mío, si esto es porque tú estás rezando!

Desperté, oí:

Con todo lo que aquí vieron,

a Timoteo no creyeron.

Pero como era Dios

el que la casa llenó,

todos tenían que ver

que antes de que se terminara,

el mulo a la casa llegaba.

Y llegaba diciendo igual:

“la tranca oigo que la quitan

y me llenan el zaguán”.

Todos decían:

“¿tú no ves que a Timoteo,

Dios le envía el sustento?”.

Ya no lo veían en las calles

recogiendo las miserias,

que éstas no eran de nadie.

El bueno del padre y Timoteo

hoy están Aquí en el Cielo.

***

Libro 14 - Dios Manda En Su Gloria que Enseñen - Tomo II - C5

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