En Sueño Profético hablaban de la enseñanza de los niños. Decían:
El mayor es el que tiene que enseñar al chico.
Dijo uno:
Yo, siempre recordé
y no olvidé la enseñanza
que a mí me dieron;
nunca vi ira en mis padres;
siempre estaban contentos,
y no porque faltaran a montones
los sufrimientos.
Trabajaban sin descanso:
mi madre cogía la azada,
porque mi padre había enfermado,
y yo siempre vi a mi madre
hacer los trabajos más forzados.
Mis dos hermanos mayores
se encargaban de la leña,
y yo, que era el menor,
me coloqué en un granero,
que el dueño del caserío
quiso llevarme con ellos.
Me ganaba la comida
y algo llevaba para ellos.
Yo tenía unos diez años
de esto que estoy diciendo,
pero les hacía su apaño
con el celemín y el peso.
Pero llegaba a mi casa,
y mis padres los primeros
que se ponían de rodillas
y llamaban: ¡Juanico, Antoñíco, Pedro!,
y todos con voz bien fuerte,
rezábamos siguiendo a ellos:
¡Gracias por todo, Señor,
gracias por el día de hoy!
Esto lo repetíamos unas cuantas veces.
Pues mi madre, su alegría
era librarnos del pecado.
Tendría yo unos tres años,
y no dejaba de decir esta oración,
acompañado de mis hermanos:
“Señor, ven conmigo,
quiero crecer a tu lado,
porque soy niño”.
Esto no se olvida nunca,
lo que aprendes de niño.
Desperté, oí:
El mayor tiene que moldear al chico, a que haga todo lo que a Dios agrada.
Si los mayores no hicieran nada mal hecho, el niño no lo aprendía.
Aprendes de lo que ves o te enseñan.
Siembra el árbol y procura que el tronco no se tuerza.
Si torcedura tuviera después de tú cuidarlo, Dios hará que el fruto sea bueno.
Enseña al niño a que ame a Dios, y Dios te dará el premio.
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Libro 6 - Dios Manda En Su Gloria Que Enseñen - Tomo I - Pag. 102-103-104
Hay que procurar que el tronco no se tuerza, y también hay que regarlo y abonarlo con la Oración.
ResponderEliminarGrandioso el Mensaje, y la gente dicen ¡este niño que malo es! sin darse cuenta que el niño copia a los mayores.
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