sábado, 12 de mayo de 2012

No tenías que preguntarle: oye Juan, ¿tú a Dios amas?

En Sueño Profético decían:

No hay quien diga que a Dios ama y al Prójimo no vaya. Lo mismo que el que al Prójimo vaya, no hace falta le pregunten si a Dios ama.

Yo tuve muchos en contra,
porque no querían ver
que Dios me moviera a mí.

El que diga “yo veo a Dios”,
no se puede confundir
con otro que no Lo vea,
que lo quisiera decir.

Si Lo ves o vive en ti,
tienen que verlo por fuerza,
en la forma de vivir.

Ya, tu carne, no te importa,
y vas a cualquier lugar
que te llamen "pa" un enfermo
que tú no puedes curar.

Todo esto es sufrir
que no entienden los demás,
los demás que no quisieran
que esto fuera realidad.

Yo no podría decir,
no decir, sino pensar,
que haciendo una vida así,
éste pudiera engañar.

Si "na" más lo que se sufre
el verle a otro el mal,
no hay quien haga esta vida,
queriendo a Dios engañar.

Engañar, porque eres malo
y quieres a Dios mezclar,
usando en falso su Nombre,
que esto es estar ya "condená".

Yendo yo un día camino de uno que estaba tiempo enfermo, con llagas contagiosas, y que no tenía quien le llevara alimento, contaré a qué fue mi visita: a ofrecerme en dinero y alimento. Pero más, a lo que fui, fue a sacarlo de aquél sitio, que ya me habían dicho que era una pocilga. Pero yo quería sacarlo contento. Tenía unos malos olores cuando se entraba para adentro. Allí tenía un cubo viejo, que se lo limpiaba alguno que iba a verlo; una silla con un plato y un poquillo de alimento, que más bien parecía desecho para echárselo a los puercos. Pues cuando salí de allí, había unos que me conocieron y me insultaron de palabras, y se agacharon al suelo y buena nube de piedras descargaron en mi cuerpo. Daban gritos: ¡Loco, que a los inocentes engañas!

Desperté, oí:

Si esta vida hacía Juan,
sin que nadie le obligara,
no tenías que preguntarle:
oye Juan, ¿tú a Dios amas?

Embustero no cabía
el podérselo decir,
que él a Dios no vería.

Lo vería en mil formas.
Como él lo hacía por Dios,
él iba al Prójimo,
y allí se veían los dos.

Juan de Dios me conocieron,
no por Juan, sino por Dios.

JUAN DE DIOS


***

Libro 5 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo I - Pag. 120-121-122-123

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