En Sueño Profético vi un arroyo –pasaba el agua con fuerza– y una piedra grande, como una tabla. Empezó a hablar uno y dijo:
Este hecho que voy a contar quedará impreso para que llegue al alcance de todos. Esto ocurrió a los 400 años que crucificaron a Dios Hombre, al que vino amando y perdonando, y el hombre Lo mató:
Pasando yo un día por aquí, vi a una niña lavando en esta piedra, y por su manejo y soltura, ya llevaba tiempo haciéndolo. Me paré y le dije:
–¡Bien enseñada estás! ¿Cuántos años tienes?
Me contestó con su mirada fija y cargada de penas:
–Tengo diez cumplidos. Soy la mayor de cinco hermanos. Mi madre está muy débil y tiene que guardar cama y no hacer esfuerzos. Mi padre se va al trabajo de noche, y también vuelve de noche. De la cena se guarda comida para el almuerzo que él tiene que comer al otro día. Él y yo cocinamos, también mis hermanos nos ayudan.
Saqué el pañuelo y mis ojos enjugué. Ella, rápida me dijo:
–Si por mí son las lágrimas, ya yo le voy a contar: “¿Ve aquel árbol que esta allí lejos? Se empieza a correr y correr, y viene hasta aquí mismo, pero ya veo a una mujer. Esto lo vi dos o tres días, y me ponía de pie; me gustaba estar de rodillas, pero entonces no era recibirla. Traía en la mano una flor blanca, que de aquí salía la voz:
Toma, toca esta rosa,
que es la Pureza de Dios.
Teniendo esta Pureza,
en todo verás a Dios,
y ya tus penas serán
como esta rosa de olor:
hermosa y transparente,
y con perfume de Dios.
Yo le dije: ¿Tú quién eres?
¿Tú eres la Madre de Dios?
Me hizo una reverencia,
y palabra no resonó.
Se fue sin verla ya lejos,
y sin decirle adiós,
pero le quedó la gracia
del que tiene aparición,
amor y aceptación
cuando todo sea de Dios.
Desperté, oí:
La niña veía a la Virgen,
porque la mandaba Dios.
La niña veía a la Virgen,
porque amaba mucho a Dios.
No se acostaba una noche
sin ponerse de rodillas
y decir esta oración:
“Dios del Cielo y de la Tierra,
haz que se cure mi madre,
que mi padre no padezca”.
Quería que el padre no sufriera,
aunque niña ella no fuera.
***
Libro 6 - Dios Manda En Su Gloria Que Enseñen - Tomo I - Pag. 196-197-198
Sufrir con paz es tomar la Mano siempre tendida de Dios.
ResponderEliminarEl sufrir del que ama a Dios siempre tendrá un bálsamo que no tiene el que vive de espaldas a Él.
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