En Sueño Profético vi un grupo de mujeres y hombres. Éstos, muy afanados, hablaban del Amor a Dios.
Dijo uno:
Yo vi bastantes veces al Maestro sin saber era el Maestro. Pero yo, cuando lo veía, siempre paraba mi andar, y al pensar me venía: “¿Será Éste, Ese que dicen que es Dios Hijo?”. Pero luego ya, en mi tranquilidad pensaba: “¿Y puede ser un Dios así, así tan normal?”. Lo que sí notaba yo, era, que cuando me paraba a mirar, sentía odio al pecado, y a nadie quería contar. Pues veréis aquella duda quién me la quitó a mí: Estando en esta duda, pasó un niño de unos siete años, y con la voz subida dijo:
–Maestro, mi padre viene a buscarte. Yo te he visto y mi padre te va a hablar.
Me adelanté antes que el padre, y no sabía cómo le iba a hablar. Él me conoció en el momento y no me dejó pronunciar.
–Háblame. Dime, ¿qué quieres, si no es conocerme nada más?
–He oído hablar de Dios y yo quiero su amistad.
Contestó el Maestro:
–Ya con esto, tú te salvas. Y Yo te doy potestad para que salves a todo el que quiera amistad conmigo, o al que me siga y ya no quiera pecar.
Salió una mujer hablando,
con fuerza de un batallón:
Yo lo conocí un día,
que estando segando yo,
recogía las espigas
y espigas no veía yo.
Cuando miré a distancia,
ya estaba "formao" un montón,
y al lado de las espigas
estaba este Grande Dios.
Tuve que gritar: ¡Maestro,
Tú eres el Hijo de Dios!
Yo, durante mi faena,
lo llamaba en silencio,
pues mi cuerpo no podía
seguir dando rendimiento.
Ya tenía los sesenta,
y mi vida había sido
un continuo sufrimiento.
Pero ya, desde que lo vi,
se me acabó el sufrimiento.
El Amor que dentro tenía,
salió fuera y todos ya lo veían.
Desperté, oí:
Mi vida cambió el sufrir
cuando a Dios lo vi allí.
Yo no hablaba de las penas
que antes había pasado,
pues seguro que estaría
siempre conmigo a mi lado.
Si tantas penas pasé,
y la alegría comparo,
no me enteré de las penas,
"comparao" con el hallazgo.
Tan sólo saber que Dios
te perdona si tú quieres,
aquí ve el hombre el Amor
que este Dios al hombre tiene.
***
Libro 3 - La Palabra del Creador - Tomo I - Pag. 194-195
Desear a Dios tiene una respuesta inmediata,porque Él está esperando.
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