En Sueño Profético vi una mesa muy grande. Estaban Dios Hijo y muchos sentados alrededor. Se levantaban éstos y acudían otros, y se sentaban también. Esto lo vi hacer unas cuantas veces. Y dijo Dios Hijo:
“El que ame a mi Padre, se sentará a la mesa de Dios Hijo. No sólo se sentaron los Doce, se sentará todo el que cumpla la Voluntad de mi Padre”.
Dijo uno que estaba sentado a la derecha del Maestro –éste era uno de los que no se quitaban para que se sentaran otros. Éste no se quitaba como igual los diez, o sea, siempre quedaban los Once–:
“En su Vida Material nos sentábamos los que Lo amábamos y queríamos aprender de Él. Y Aquí se sienta todo el que entra en su Gloria y ruega al Padre por los pecadores. Sentarse a la mesa es la prueba más grande de Amor y Amistad que Dios da. Ahí podría decirse de Amistad, y Aquí de Amor”.
Desperté, oí:
Al dar Dios su Amistad, ya Ama, y al Amar, ya te tiene entre sus íntimos.
Todos éstos que se sientan a su Mesa son los que se te comunican; se comunican y cuentan hechos ocurridos en su vida material.
Unos presenciados por ellos y otros ocurridos a ellos.
Todo es Enseñanza para el espíritu, y el espíritu enseñe a la carne.
La carne aprende lo que el espíritu quiere.
El espíritu que ama a Dios y respeta la Voluntad de Dios, su carne no hace nada mal hecho.
La actuación de la carne presenta al espíritu.
El que trate al que Dios se comunica, por la actuación de la carne verá a Dios dentro.
Dios, cuando actúa a través del hombre, se deja ver.
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Libro 1 - Meditaciones y Palabras Directas con el Padre Eterno - Tomo I - Pag. 33-34
En la mesa de Dios cabemos todos y a todos nos espera. Su enseñanza nos recuerda constantemente su invitación.
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