En Sueño Profético decían:
No es posible hacer el mal y vivir tranquilo. El mal se encarga de que vivas remordimiento. Y el bien te procura Paz y descanso de espíritu. El mal y el bien dejan la huella tan distinta, que la misma huella del bien te sirve para que tú aprendas. Y en la huella del mal, si quieres, piensas: “este camino lleva a condenarse”.
Dijo uno:
El remordimiento ha habido veces que ha presentado a la persona por su forma de vivir, a que ella misma diga: “yo soy culpable”. Esto que Aquí cuento, yo fui testigo de haber vivido cerca de esta familia:
Era una casa de labor. Los padres y seis hermanos vivían de sus mismas tierras. Estaban acomodados y prisa no tenían por casarse. En cambio, la madre, disfrutaba pensando en boda. Pues el segundo de los hijos siempre estaba con pena en su mirada, nunca estaba tranquilo. Siempre, cuando terminaban la faena y se juntaban los mozos en el casino, él se levantaba y se sentaba tantas veces, que todos se daban cuenta y le decían: “a ti algo te pasa, y el caso es que a mí me transmites ese mal que a ti te pasa”. Esto, más le sucedía cuando estaba lloviendo, cuando veía el ruido de un chaparrón fuerte. Ya, un día, me dijo: “tengo que presentarme y pagar aquí en la Tierra lo que hace tiempo hice: me peleé con uno cerca del canal, y tal fue mi ira, que del golpe lo dejé muriendo, y tiré con trabajo de su pierna hasta echarlo al canal. Ya hace cuatro años, y más fijas tengo sus palabras dentro de mi ser: “Que el agua cuente, Señor”. Me alejé del canal con fuerte carrera, ya que el horror y la lluvia me hacían correr. Hoy mismo voy a pedir la prisión, y ya, cuando me condenen, podré vivir”.
Desperté, oí:
Su mismo remordimiento
lo llevaba a presentarse.
No podía recordar:
“Que el agua cuente, Señor”.
El remordimiento
pone al agua como condena.
Si tenía sed, se aguantaba
hasta tener la boca bien seca.
Si tenía que asearse,
ya estaba oyendo sentencia.
Y ya, cuando veía lluvia,
juntaba toda la escena:
El agua de aquel canal,
el agua que Dios mandaba del Cielo,
y sus palabras selladas.
¡Los golpes que yo le di...!
¡Y aún lo pude salvar...!
Todo esto lo tenía
cumpliendo sólo un mandar.
Este mandar es de Dios,
cuando con Dios tú no estás.
Dios humilla a los demonios,
y remordimiento dan.
El que se arrepiente, llora,
y a Dios quiere buscar.
Es mejor que hagas bien
y que todos vean Paz.
Porque es horrible vivir
queriendo remordimiento ocultar.
***
Libro 14 - Dios Manda En Su Gloria Que Enseñen - Tomo II - Pág. 111-112-113
El remordimiento nos hace sentir el horror del mal y nos da la oportunidad de rectificar.
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