En Sueño Profético hablaban de la frialdad del espíritu y de la frialdad del cuerpo. Decían:
La frialdad del espíritu
es sentirte a Dios muy lejos,
y no te sirve el abrigo
que pusieras a tu cuerpo.
En cambio, esta frialdad,
nadie se ocupa de ella.
Se ocupan del tiritar
que a una carne le vieran
–que te debes ocupar
y Dios fue el que lo dijo–.
Pero no hay comparación
en vestir a un cuerpo
o dar calor a un espíritu.
Que este calor se da
con las Palabras de Dios
y con sus Hechos.
El que tiene el espíritu frío,
no puede hablar de Dios,
porque va contagiando el frío.
El que el espíritu lo tiene
con llamas que salen fuera,
quita frío, da valor y pone fuerza.
Éstos dan en qué pensar
y arrastran a algunos.
Ves que te ponen obstáculos
que no van cuando de Dios se habla.
El hombre tiene palabras
para todo en la Tierra.
El hombre se cuida el cuerpo
y al espíritu no llega.
Desperté, oí:
Si llevas Fuerza de Dios,
contagias, detienes
o quitas sueño.
Si llevas Fuerza de Dios,
esta Fuerza abre puertas.
¡Pero es tan difícil decir:
“encontré a una docena,
que aunque te dicen que sí,
pocas veces es completa”!
No es la Palabra de Dios
la que al espíritu calienta.
Es tu fuerza al decirla,
que prende en grandes llamas,
y en vez de correr, no corres,
porque estas llamas
son Vida y Confianza.
Si de Dios te encuentras lleno,
ve cundiendo sus Palabras,
que a unos los llenarás
y a otros pondrás inquietos.
Esto da más Premio Aquí,
que si te ocupas del cuerpo.
***
Libro 25 - Meditaciones y Palabras Directas con El Padre Eterno - Tomo III - C4
Y tan cierto que es!
ResponderEliminarLas mismas palabras dichas con desgana aunque sean en un sermón dicho en grandes templos ,no suenan igual al que las pregona con la lumbre del Espíritu Santo
Es la Efusión del Espíritu Divino el que forma el incendio