En Sueño Profético decían:
Si tienes Amor de Dios por dentro,
jamás quedará en secreto,
y no te importará que sepan
aquello que acampa en ti,
que unas veces es huracán
y otras veces es calma en mar.
Que esta calma dura poco,
porque las olas
también sienten como tú,
y ya forman alboroto,
queriendo subir al Cielo,
para decirle:
“Señor, yo ya no aguanto silencio,
y quiero que Tú me mandes
como le mandas a los cuerpos.
Pero el Amor en los cuerpos
es Fuego,
un Fuego, que de quererlo apagar,
más Fuerza coge este Fuego”.
Yo no podía comprender:
querer a Dios,
y que nadie lo notara.
Yo era agua, en boca,
hirviendo,
que no podía tragarla.
Era algo que tenía que salir,
porque dentro de mí estaba.
Era aquello que yo tanto había pedido
en mis noches desveladas
a este Dios que busqué
después de haber sido mala,
¡porque mal tuve que hacer…!
Pero Dios sabía mis faltas,
que luego yo remedié
cuando me salía el Fuego
para Lumbres encender.
Es lucha entre dos razones,
Lumbre y llanto a la vez,
pero podía la Lumbre
y silencio no guardé.
Desperté, oí:
Yo no podía vivir
sin sentirme estar quemada.
De esta Lumbre que mi Dios
contestaba a mis palabras.
Yo veía cementerio
en las casas
que este Nombre no nombraban.
El que me hacía más la contra,
más lejos de Dios estaba.
El que me decía:
¡Teresa, no me cansan tus palabras;
tengo prisa y me paro;
tengo hambre y se me quitan las ganas!
Éste tenía frío
y Lumbre Divina buscaba.
Yo quería encarcelar
en esta Cárcel sin llave
y con llamas.
La llave ya no servía,
ni la Lumbre te quemaba,
y cada día más subían
en mí las Llamas.
TERESA DE ÁVILA
***
Libro 26 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo III - C6
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