En Sueño Profético hablaban del Amor a Dios. Eran palabras iguales comparándole el valor, pero no eran iguales.
Sigue Teresa de Ávila:
Este Amor, el que lo sienta,
sería grande castigo
hacer que nadie lo viera.
Y recibiendo el castigo,
el Amor, tendría más Fuerza.
Yo quería ponerle precio
para que me comprendieran.
Unas veces ponía el precio
en alegría.
Y otras veces ponía el precio
en mis lágrimas,
que quería detenerlas
y con fuerza se escapaban
y tenía que recogerlas.
Pero no mermaba en mí
esta Lumbre,
que el que la sienta
va quemando con las Llamas
de esta Gloria
que a tu espíritu prende.
Yo, cuando me preguntaban
que les dijera el sentir,
a Dios llamaba en silencio,
y ya no hablaba Teresa.
Salían palabras
que yo no tenía en reserva.
Yo, a esto, llamaba Llamas.
Eran palabras sencillas,
que por sencillas calaban.
Desperté, oí:
¡Ay Lumbre, Lumbre de Dios!
¡Ay Llamas, que prenden roca,
si la roca era carne
y se apartó de la Gloria!
¡Ay Lumbre, que donde llegas
purificas y vas quemando,
y nadie de ti se aparta!
¡Ay Lumbre y Fuego Divino,
que no sé decir palabras
para que el hombre entienda
cómo queman estas Llamas.
¡Ay Lumbre,
que acampas en el espíritu,
y el cuerpo ya da las Llamas!
El que no sienta esta Lumbre,
no entiende mis palabras.
TERESA DE ÁVILA
***
Libro 26 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo III - C3
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