En Sueño Profético hablaban de la Fe. Decían que donde faltaba Fe, faltaba presencia de Dios sentida en el espíritu, que es lo que le da la Fe a lo que el cuerpo Le pide a Dios cuando no está viendo lo que pide.
Dijo uno:
Si Fe no hay vida tranquila. La Fe te achica el sufrir y te agranda la alegría. La Fe es algo tan grande que pilla la noche y el día.
Yo, cuando llegaba la noche, ya pensaba en el día, para hacer la petición que en mi Fe puesta tenía.
Era mi íntima compañera
Había veces que pedía Fe para mis compañeros de trabajo, cuando los oía hablar dándolo todo por fracaso, y sus últimas palabras eran: “Dios ya de mí se ha olvidado”. Pronto oían mis palabras, que me salían con fuerza y ya todos me miraban, pero con cara sin ira. Era mirada que desea, porque te gusta y te agrada aquello que a ti te falta y te roba la alegría.
Desperté, oí:
Nunca me faltó la Fe,
ni tampoco el aceptar
el tiempo que tardaría
aquello que a Dios pedía.
Tuve un hijo sin andar
hasta que cumplió los diez años.
El diagnóstico del médico
era para siempre “inválido”.
Yo, como le veía piernas, pensaba:
“Son las Palabras de Dios
las muletas de las piernas”.
El día que Dios le diga
“ya inválido no eres”,
las piernas tendrán oídos
y ya verán que obedecen.
Pues así lo vieron,
y le decían milagro.
Cuando me llegó la muerte del cuerpo,
él tenía más de treinta años.
Andando me lo deje
y mi Fe hizo el milagro.
Diez años estuve pidiendo
con mi Fe y mi alegría.
A todos les formó escándalo
cuando se levanto un día y dijo:
“Madre, yo ando,
mira cómo estoy de pie,
yo mismo voy a cundir que ando”.
La madre no podía hablar
con la prisa de su llanto,
y al padre fueron a buscar
y sin palabras hablaron.
No había mejores palabras,
que lo vieran andando.
***
Libro 27 - Dios Habla al No Quiero del Hombre - Tomo II - C7
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