En
Sueño Profético decían:
Si el
hombre pensara cómo es esa vida y la comparara con ésta, a nada le vería valor
de lo que queda en la Tierra.
Empezaría
por estas palabras:
“La
Tierra no tiene dueños. Son herederos por corta temporada, según lo que la vida
del cuerpo dure. Que a veces te haces esclavo para dejar mayor herencia”.
Dijo
un espíritu que un siglo falta de la Tierra:
Yo
dejé muy poca herencia, porque disfruté dando de comer al que hambriento veía.
Yo le daba valor a lo que para esta Vida Dios pedía, para ya nunca ser muerto
como el cuerpo. Para mí era vivir, vivir después de enterrar el cuerpo, que es
cuando te queda el espíritu vivo y con Mando de Dios en esta Vida Eterna.
Esta
Vida no la buscan ni la cuidan –y es por falta de Enseñanza–, poniendo en
primer lugar lo que te quita la Vida del espíritu, con engaños y avaricia.
El que
Dios elige tiene el cuerpo al servicio del espíritu, y todo lo ve pasajero.
Cuanto más valor le dan a las cosas, menos ganas tiene de ser su dueño.
El
Elegido siempre ha dicho estas palabras:
“La
Tierra a mí no me engaña. Yo, si puedo, hago que a mí la Tierra servicio me
haga. Y me entrego a esta Vida Eterna, donde Dios te espera con tu herencia
para Dios, que es el Amor que Él te dio en la Tierra”.
Desperté,
oí:
Que no
dejen y persigan al que más Escándalo pueda dar con estos Divinos arrobos.
Son a
sus Ministros y Jerarquías a quienes más les pertenecen.
¡Qué
comparaciones ponían de la vida del cuerpo y de la vida del espíritu!
Decían
que la Tierra te hacía esclavo para dejar herencia.
Que
más perdían la Gloria los que grandes herencias dejaban en la Tierra.
Decían:
“Donde esta la Vida Eterna, ya no hay muerte, porque tú despreciaste vida de
Tierra, poniendo, a la que Dios en ella te esperaba, la primera”.
El que
ha nombrado el Mensaje fue un heredero grande, pero disfrutó más repartiendo lo
que iba a sobrarle.
Se
metía en el mesón y decía: “Ya me queda poca herencia. Yo vivo para otra Vida”.
“Donde
no existen los cuerpos. Donde sólo hay uno, el de Dios Hijo”.
Que no
dejen de pregonar las jerarquías de la Iglesia esta Enseñanza Eterna.
***
Libro 48 - Investigaciones a la Verdad - Tomo VIII - C3
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