En Sueño Profético decían:
Las cosas tienen su tiempo,
su altura, su color y su peso,
un valor y un desprecio.
La fruta hay que dejarla
que se madure en el árbol.
Al pino deja que crezca
con sus ansias de llegar
donde el olivo no llega.
Y a la cordera no la pintes
de amarillo, verde o rojo.
Ni quieras que el elefante
pese lo mismo que el zorro.
Tienes que darle valor
al oro y a los brillantes.
Y desprecio al que persigue,
sin motivos, insultándote.
Pues si esto es así,
es razonable que Dios
llegue a decirles a los hombres:
“Vuestro tiempo se acabó”.
Y que al Instrumento llamen
cuando el espíritu se niegue
a darle vida a la carne.
Dijo uno:
¡Sí que han tenido lento este contestar a la Llamada de Dios! Es no querer mirar ni querer saber y, además, cerrar los ojos para tener la disculpa: “¡Es que yo no supe nada!, ¡Además, no era mío para que yo orientara!”.
Con esta gran falsedad se querrán salvar muchos, sabiendo que no es verdad aquello que están diciendo.
Desperté, oí:
Esto, ya se pasó el tiempo
de decir: “yo no sé nada”.
La Verdad aquí la vieron,
porque si no, no se callan.
Una vez que al Instrumento
lo desprecian y quisieran
que bien de él no se hablara.
Era para que todo el que oyera
hablar de esta Gloria,
con pruebas, como aquí pasa,
no pudiera estar tranquilo
ni en la calle ni en su casa.
Y delante del crucifijo
se le cayeran las lágrimas,
de pensar: “Así Te quiero,
pero Vivo me da rabia”.
Las cosas tienen su tiempo,
su altura, su color y su peso,
un valor y un desprecio.
Pensando esto despacio,
verás el poco interés
que el hombre tiene en saber
lo que en Gloria están hablando.
Todo lo que Aquí se dicta,
ahí debería ser escandalizado.
Y no dejar el camino
tan ancho para el pecado.
***
Libro 17 - Investigaciones a la Verdad - Tomo II - Pag. 115-116-117
Hoy seguimos reaccionando como ante el pecado original: huyendo de nuestra responsabilidad y culpando a otros.Después de tantos siglos, el hombre sigue disculpando su falta de amor, y engañándose a sí mismo.
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