En Sueño Profético hablaban de entender las Palabras de Dios, no entenderlas, o entenderlas y no querer oírlas:
El que más las entienda no es porque tenga más estudios, más mando o más títulos. La Palabra de Dios no va a la inteligencia, como en el saber material. La Palabra de Dios va al espíritu.
Dijo uno:
Una persona, si su espíritu es de Dios, puede aprender toda la cultura que el hombre enseñe. Pero un intelectual, si su espíritu no está con Dios, no entiende el Lenguaje de Dios y queda analfabeto para todo lo Divino.
Una palabra que uno que esté en el campo, sin visitar la ciudad, le hable a un intelectual, de lo Divino, él no sabe contestar. Y ya lo miras y piensas: “debería empezar a estudiar, por si le llega el examen que en la Gloria le harán”.
Desperté, oí:
No tiene disculpa
el culto que muera
y esta asignatura
la deje en la Tierra,
sin haberla aprendido,
ni enseñar a que la aprendan.
Ahora llega el rudo,
con manos de tierra,
y dice:
“¡Dios mío!, antes de morir
ya vivía la Gloria,
porque Te tenía
siempre en mi memoria”.
“Cuando no había hombres
que tu Nombre oyeran,
hablaba yo solo,
sin que nadie oyera”.
“Miraba los montes,
el tallo en la siembra,
bandadas de pájaros
casi a la altura
que salen las estrellas”.
“Los corderos,
me hacían pensar
y mirar al Cielo”.
“Con tu Mando sale hierba
y les das el alimento”.
“Con tu mirada, la lana,
que el calor lleva a los cuerpos”.
¡Así se presenta el rudo
que vivió para este Cielo!
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Libro 20 - La Palabra del Creador - Tomo II - Pág. 60-61
Cultura y Sabiduría no siempre van unidas. La cultura de la tierra, en la tierra queda; la Sabiduría la trasciende.
ResponderEliminarLa humildad del rudo desbanca al intelectual si el intelectual es un soberbio que nunca ha querido amar
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