En Sueño Profético vi un jardín, y unos hombres sembraban estacas de rosales, todas a la misma altura, y su separación medían.
Se quitó aquella estampa que Dios hace para Enseñanza, y apareció el mismo jardín con los rosales ya con las rosas abiertas. Unas no podían abrir más; otras, el capullo sus pétalos sujetaba, como dándole más fuerza a la belleza, para que más días duraran y más disfrutaran de ellas. Tenían la misma altura, aunque el color distinto era.
Llegó un hombre al cuadro de las estacas, y dice con voz de pena:
“Estas estacas, el dueño, si ve que bien no se cuidan, te despide y da las cuentas. Todos los días hace medirlas, y si a una estaca le viera síntomas para secarse, es para él una tragedia”.
Cuando ya están como estos rosales –y otra vez se vieron las rosas–, llegarán manos manchadas cortando con grande fuerza, pisoteando rosales, y riendo de algo que se acordó, refiriendo al compañero que va pisando los pétalos, de los que el aire echó al suelo.
Desperté, oí:
Estaca, rosal y rosa,
es la vida del hombre
que Dios compara en su Gloria.
Estaca es niño que nace,
todos cuidan y dan castigo
a aquel que daño le hace.
Rosal y rosa, ya es hombre.
Que de chico lo cuidaron,
y de hombre lo mataron,
porque a la fuerza lo llevaron
a los campos de batalla.
¡Aquí ya no dicen lástima,
ni se condena al que mata!
Si la estaca del rosal
pudiera hablarles a los hombres,
estas frases les diría:
“¡Deja que me seque ahora,
y no me hagas crecer
para que me haga rosal
y me destroces las rosas!”.
Si esto dice la estaca del rosal,
¿qué diría niño que nace,
si naciera con habla
y pudiera razonar?
¡Hombres del mundo de paso,
que deberían renovar
los armamentos de guerra,
poniendo en su lugar:
“Recordad la Vida Eterna”!
El hombre le enseña al hombre,
que al niño hay que cuidarlo.
Para que no falten hombres
que tengan los 20 años.
¡Para darles el fusil
y maten a sus hermanos!
Si de niños los enseñaran
a llevar a Dios bien dentro,
no cogían el fusil.
Y el que fabrica armamentos,
se dedicaba a enseñar cómo vivir
y no aprender a cogerlos.
***
Libro 16 - Dios No Quiere, Permite - Tomo II - Pág. 105-106-107
Nacemos como hombres y vivimos como animales, olvidando que nuestra esencia es el Amor y que por Él seremos juzgados.
ResponderEliminar