En Sueño Profético hablaban de la
tristeza y del sufrimiento, del rico y del pobre, del sano y del enfermo, del
que quiso a la Verdad y hoy se encuentra en el Cielo. Hablaban del poder, de la
fuerza del cuerpo, de movimiento de carne en gran sitio ejerciendo, de apellido
que rubrica lo que antes otros fueron y no quieren que se pierda ni que quede
en silencio, porque el apellido: para, abre puertas y da dinero.
Pues siendo esto
verdad, todo queda en el suelo al abandonar la carne, y se presenta en el Cielo
sólo el espíritu, sin forma, sin altura y sin peso, y sin poder decir: “¿Yo
dónde quedo?”, porque el Mando fue de Aquí.
Dijo uno:
El hombre no
estudia Esto, que tanta falta le hace para cuando deje el cuerpo, que puede ser
en una fiesta, sin que oigan los lamentos del que muere de dolor; o puede ser
muerte en silencio, por el abandono que dio el que pudo dar consuelo. Esto no
lo piensa el hombre, por más que dicen en el Cielo que la materia se acaba y el
espíritu es Eterno, ya sea hombre culto o hombre con gran talento que no admite
que Dios es Vida en el espíritu, en el cuerpo, en el agua, en la tierra, en la
luz que va llamando a todo lo que está durmiendo; en el aire: que si Dios hoy
mandara aire, el hombre quedaría muerto y el mundo se convertiría en un chico
cementerio.
Desperté, oí:
En un chico
cementerio, comparado con esta Gloria.
El Cielo mira a la
Tierra como el mar mira a la lágrima del niño que cae en el suelo.
¿Cómo poder
comprender que el hombre le dé tanta preferencia a lo que no entra en el Cielo?
¿Cómo llamarse
hombres cultos los que viven la ceguera de la Vida del espíritu?
¡Hombres que viven
un préstamo, que saben el día que lo recibieron, pero no saben su vencimiento!
Que en vez de estar
preparados, no quieren saber del Dueño.
¡Qué cierto que la
llegada del espíritu a la carne la sabe el hombre por inculto que éste sea!
Pero cuando deja el
cuerpo, es secreto, es Mando que el culto no sabe.
El hombre debería
empezar el estudio del espíritu antes que el de la carne.
Porque la carne se
entierra, pero el espíritu ni se entierra ni se muere.
Es cultura universal
saber: el no saber cuando llega la muerte.
***
Libro 75 - Meditaciones y Palabras Directas con El Padre Eterno - Tomo VIII - C3
La certeza de morir debería de llenarnos de contrición y humildad.
ResponderEliminar