En Sueño Profético decían:
Llénate de
Amor a Dios, y ya le puedes a la ira, a la soberbia y desprecias la mala
tentación.
El Amor a Dios
puedes pedirlo de pensamiento, poniendo acción.
El Amor a Dios
te hace que veas ya diferente lo que el que no ama no ve.
Sin Amor a
Dios es casa vacía, día sin sol, noche sin luna.
Sin Amor a
Dios ves el convento sin ilusión.
Sin Amor a
Dios no compadeces y la Palabra de Dios escondes.
El Amor a Dios
te da alegría, te quita el dolor que tú te sentías.
El Amor a
Dios, el que lo sienta, va dejando señales de mil maneras.
Yo, cuando me
ponía a hablar de este Amor cómo se siente, ya no podía callar. Había veces que
el contagio hacía sacar el pañuelo, y las lágrimas lo mojaban. Cuando yo quería
contar el sentir de mi éxtasis, dentro y fuera del convento, yo no podía
callarme. Mi espíritu a Dios pedía ayuda, y un Fuego grande sentía, que hasta
mi nombre oía, pero no lo oía nadie.
Desperté, oí:
¡Cuánto me hicieron sufrir,
los que querían
que callara!
Pero Dios oía mi pedir,
y más fuerzas
me mandaba.
Yo le quería servir a mi Dios
en el camino que me mandara.
No era sufrir, sufrir,
si ponía de
donde el Mando venía.
Yo siempre busqué la Gloria,
pero jamás yo pensé
que de Dios
yo fuera
Mensajera.
El que tenga este contacto,
sufre mucho al explicarlo,
porque quieres que el que oiga,
mire al Cielo
y pida Glorias.
TERESA
DE ÁVILA
***
Libro 26 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo III - C7
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