En Sueño Profético decían: 
Si quieres a Dios,
quieres Prójimo. 
Si quieres a Dios,
lo haces todo por Dios. 
Si quieres a Dios,
das con alegría
lo que te manda Dios:
salario y fuerzas
para estar de pregonero,
siempre hablando de Dios. 
Dijo uno: 
Dios paga las obras que tú haces. Que sí las haces
por Él, Él te da abundancia, que a veces tú hasta crees que no es tuya aquella
abundancia. 
Yo tenía una huerta, y lo que sembraba nacía
con fuerza, y me crecía cada vez con más peso la fruta que daba. Si un año
tenía un peso, el siguiente, doble peso los árboles daban. Y las verduras,
medio pueblo las buscaba por la vista que tenían. Era curioso lo que aquí
mandan que dicte: cosa que sembrara, parecía que tenía guardias para ponerle
techo cuando caían las heladas. Oía quejas de otros, de las pérdidas que
tenían. 
Desperté, oí: 
Cuando yo les decía: “Pues este año es como
el pasado: mi huerta tiene la misma ganancia”. 
Me contestaban corriendo: 
“¿Con el año que ha hecho de heladas?”. 
Los invitaba a que vinieran conmigo, y cuando
veían los árboles, con su fruto, que tentación a cogerlo te daba, decían: 
“Esto hay que cundirlo, y que lo vea hasta el
cura del pueblo, y que lo cunda, para que crean los incrédulos. 
Y vean que Dios, su Palabra, hace techo”. 
Él repartía lo que otro no ganaba. 
Esto fue cundido y cundido, y la huerta llena
de gente siempre estaba. 
***
Libro 31 - Te Habla El Profeta - Tomo IV - C8


 
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