En Sueño Profético hablaban de administrar las Palabras de Dios. De hacer uso de esta
Gloria deformando su Divinidad. Decían:
No puede ser de Dios el que
enseñe lo que Dios no dijo, no dice ni nunca dirá. El que enseñe lo que dijo o
lo que está diciendo ése es de Dios. La Vida del espíritu jamás tendrá reforma,
Aquí están los primeros espíritus creados por Dios y Aquí no hay progreso ni
moda ni adelanto. Aquí está la Sabiduría de Dios, que anula al progreso y al
adelanto.
El hombre que reforme para
ir con prisa por el aire, por la tierra o por los mares, pero que cuide el
espíritu. Que Aquí se encuentran las mismas Leyes que puso Dios Padre antes que
hubiera materia, luego se fueron llevando estas Leyes a la carne y el hombre no
las entendía. Y se hace Dios de Carne y enseña las mismas Leyes: Amor, Caridad
y amarse. Amarse unos a otros y ayudarse y respetar lo que no es tuyo. Esto
nunca tendrá cambio: buscar a los pecadores y quitarlos del pecado.
Dijo uno:
El que cumpla este mandar no
reforma y está amando.
Desperté, oí:
¿Cómo puede darle cambio a
la Palabra de Dios el que se diga cristiano?
¿Cómo puede un Ministro no
administrar sus mandatos?
¿No exigir sus Mandamientos
exigiendo no cambiarlos?
La civilización del hombre
quiere hacer preciso al pecado.
Como comida al estómago,
como suela a los zapatos.
El hombre no hace pensar
porque no quiere pensarlo.
Pero que piense y verá que
Dios vino para quitar el pecado.
El que no cumpla sus Leyes
que se diga “estoy pecando”.
Pero que no diga que hay que
vivir adelanto.
***
Libro 69 - Dios No Quiere, Permite - Tomo VIII - C1
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