En Sueño Profético decían:
El espíritu mueve con facilidad a la carne para que actúe como él quiera, esto en lo que no es de la Gloria. En lo que es de la Gloria cuesta trabajo por la Libertad que Dios al espíritu le deja.
Dijo uno:
Al espíritu que está al servicio de Dios lo sigue la carne con un trabajo de ayuda, que el que lo ve no le llama trabajo. No le llama trabajo porque ve su actuación sencilla. Es el espíritu el que guía al trabajo y le hace a la materia que viva felicidad, despreciando todo lo que hay en la Tierra que te obliga a que trabajes, a que el tiempo lo quemes sin que te sirva para lo Eterno.
El espíritu de Dios ni sufre ni tiene envidia por oposición mejor, pero sí sufre por querer servir a Dios cada día mejor, y le manda a la materia que primero es lo de Dios.
Estos son a los que ves con dominio de materia que, con todo el peso que tienen, con facilidad tiran de ella. Si piensas esto ves que el espíritu es el que tiene la fuerza. Cuando un cuerpo queda muerto se necesita una gran fuerza para moverlo, pero cuando lo mueve el espíritu es como recorte de seda.
Desperté, oí:
Enséñale a tu carne que siga a tu espíritu, siempre en lo que Dios mande.
Y si vives esta Enseñanza, verás lo de la Tierra con muy poca importancia, lo mismo en los valores que en los trabajos que te roban el trabajo que va a la Gloria.
La Enseñanza del espíritu debería ser la primera.
Y ya siempre iría el cuerpo donde el espíritu de Dios le dijera.
Por falta de esta Enseñanza peca el hombre en la Tierra.
Y siempre lleva su espíritu al mando de su materia.
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Libro 66 - Investigaciones a la Verdad - Tomo XI
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