En Sueño Profético decían:
El Amor a Dios despide Fuerza,
una Fuerza con tal Fuerza,
que ya a nada ves con fuerza.
Es una Fuerza suave,
que suavidad te da Fuerza,
te da Fuerza para poner
hasta una tienda de Fuerza.
Si yo pudiera poner una tienda,
donde al entrar preguntaran
si hay Amor para poderlo comprar,
ya aseguro que el que entrara,
Amor querría comprar,
pero Amor en cantidad.
Yo no comprendo el vivir
teniendo este Amor atrás.
Yo no comprendo la vida
de materia, sin amar.
Este Amor te da la Fuerza,
una Fuerza que al pensar,
te despreocupas de todo,
y te viene este pensar
con esta Fuerza de Dios:
“Dios, ¿qué me va a mí a negar?
Aunque yo crea negación,
será que me falta amar”.
Y empiezas a dar más Fuerza
a tu forma de actuar.
Cuántas veces yo oía:
“Teresa, qué fuerzas das.
Si a todo el que te oye
le haces que sienta igual,
va a haber tantas Teresas
como hojitas en olivar”.
Una mañana, que aquí cuento,
salí con intención
de volver pronto.
Primero me encontré a dos
que mucho iban al convento
y les contaba los proyectos
que yo pensaba.
Pues cómo llegó la cosa,
de la Fuerza de mi habla,
que cuando quise acordar,
dos docenas se contaban.
Desperté, oí:
Aunque prisa yo llevaba,
tenía más prisa en parar
la Fuerza de mis palabras.
Podía la Fuerza en mí,
de este Amor que siempre espera.
Yo, siempre, al que preguntaba:
“Teresa, ¿tú por qué quieres
que yo me sienta esa Fuerza?”.
Me paraba, y la respuesta,
la prisa me la anulaba.
¿Qué para qué quiero yo
que tú sientas esta Fuerza?
¡Para que puedas vivir
respirando ya la Eterna!
¡Para que puedas sentir
esta Fuerza que te lleva,
a veces, sin que tú vayas,
y a veces, sin que tú sientas!
Y a veces llegas a sitios,
porque te metió la Fuerza.
Esta Fuerza, el que la siente,
tiene que hacer que la sientan.
TERESA DE ÁVILA
***
Libro 5 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo I - Pag. 241-242-243
El amor del que tanto hablamos debe estar muy lejos del Amor verdadero. Si Dios es Amor, no tenemos más que pedirle que nos lo haga sentir.
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