En Sueño Profético vi a dos hombres, los dos hablaban de Dios.
Dijo uno:
Estos dos amigos,
nunca estarán de acuerdo,
siempre se verán y chocarán,
y se dicen amigos,
palabra que no les va.
Uno es de esos hombres nobles,
seguro de sus “pisás”,
hombre que no mueve un pie
sin antes a Dios llamar,
hombre que “to” lo que viene,
que el mundo le dice un mal,
él contesta tan seguro:
¡No..., eso tenía que pasar!
Si tú no has querido que pase,
¿a quién podemos culpar?
Si es una cruz que tienes,
que ésta llegó sin pasar,
abrázala sin protestas,
que Dios te la achicará.
Ya te llegará la muerte,
si por Dios viene “mandá”,
y tan tranquilo te marchas,
dejando la cruz atrás.
Si has vivido enrabietado,
no te puedes presentar
tranquilo ante el Supremo,
dejando la cruz atrás.
Entonces es cruz que coges
porque aguardándote está;
no es una cruz de Gloria
que te pudiera salvar,
porque la cruz siempre sirve
para a Dios acompañar.
Hablemos de cómo piensa
el que amigo no será
con estas razones puestas:
Yo, Sebastián,
no puedo en Dios pensar
con “to” tan mal que me viene:
ya se ha “curao” la mujer,
y ayer la mula se me muere.
¿Y tú dices que hay Dios,
y que todo de Él viene?
Y verás, como siga así el año,
la ruina que me viene.
¿Y tú dices que hay Dios...?
No me pongas más razones,
que yo diré que hay Dios
cuando el mal no me atormente.
Desperté, oí:
Estos dos hombres,
que amigos jamás podían ser,
uno era bracero,
con un miserable jornal.
Tenía la mujer enferma,
y tres hijos de corta edad.
A la madre la tenía
para a su mujer cuidar.
Al padre también lo tenía,
viejo y enfermo, “sentao”,
que necesitaba a alguien
que le diera algún “cuidao”.
Él, el chiquillo mayor y su madre
tenían tiempo “sobrao”.
Cuando volvía del trabajo,
no llegaba ni “cansao”.
Esta era su entrada:
¡Venga, madre,
por dónde empiezo!
¡Esto ya está “acabao”!
Se acercaba a la mujer
y alegría contagiaba.
Los chiquillos lo abrazaban:
a las piernas el chico,
y al cuello los que alcanzaban.
Esta cruz a él le servía
para hacer a Dios compaña.
La cruz siempre es de Dios,
y Dios es el que se encarga
de hacer que te pese poco,
por grande que vean la carga.
Pero tienes que pensar
como el bracero pensaba.
***
Libro 6 - Dios Manda En Su Gloria que Enseñen - Tomo I - Pag. 243-244-245-246
Cuando abrazamos la cruz, pierde peso y desaparece la amenaza.Abrazar la cruz es abrazar la voluntad de Dios.
ResponderEliminarQue diferencia la vida llevada con confianza en Dios y es que con mucho más sufrir lo llevaba como pluma.
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