En Sueño Profético hablaban dos mujeres. Decía una:
El pecado tiene fuerza, pero no tiene ni punto de comparación con la fuerza que siente el que está perdonado. Este hecho que refiero fue presenciado por mí:
Estando yo un día con unas cuantas amigas, pasó la Magdalena, y unos que venían a su vez, le hablaron de la misma forma que tenían costumbre de tratarla antes de ser perdonada –lo cual éstos no sabían–. Se paró Magdalena, y pidiéndoles un favor con súplica, les dijo:
Si mis oídos oyeran, María, nada más, se olvidarían de Magdalena, que es Magdala. Yo no quiero recordar, ni que nadie me recuerde el haber hecho tanto mal. Mi cuerpo hubiera enterrado vivo, y no hubiera hecho nada de más. Si queréis escucharme, todo os lo voy a contar:
Dios me dio tanta hermosura,
y yo la empleé “pa” pecar.
Me buscaban de todos sitios,
y me hice tan “nombrá”,
que me odiaban las mujeres
del que me venía a buscar.
Ya una noche,
cuando el pecado lloraba,
una mujer mayor
conmigo se emparejaba.
Me hacía unas preguntas,
que yo respuesta no daba.
Vi amanecer el día,
y mis ojos no paraban de llorar,
que ya no era llanto,
que era mi alma “desgarrá”.
Yo ya no vivía tranquila,
y siempre,
cuando del Maestro me hablaban,
me quedaba con la duda
si yo seré perdonada.
Desperté, oí:
Yo quería buscar al Maestro,
pero sentía dolor.
¡Le había hecho tanto daño,
sin motivo ni razón...!
Porque el que mucho peque,
no puede decir: ¡Dios mío,
me equivoqué en un pecado
y volví por tu Camino!
Ya que todo lo he contado:
mi pecar, mi sufrimiento,
y que ya no hago pecados,
quisiera que Magdalena
no nombraran los cristianos.
Y si dicen Magdalena,
que no sea la del pecado.
MARIA MAGDALENA
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Libro 1 - Meditaciones y Palabras Directas con El Padre Eterno - Tomo I - Pág. 182-183-184
Si Dios borra los pecados, nadie somos quién para recordarlos.
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